XXI Edición

Curso 2024 - 2025

Alejandro Quintana

Desaparecido 

Alfonso González Griñó , 14 años

Colegio de Fomento El Prado

El golpe metálico resonó por el pasillo. La puerta se había cerrado con un golpe seco que se disipó entre las paredes de hormigón desnudo. En el suelo, un charco de agua reflejaba la luz que se colaba a través del hueco de debajo de la puerta. 

Marcos había desaparecido. No había sido un simple descuido ni un malentendido; sus cosas seguían en la mesa: la chaqueta colgada del respaldo de la silla, el vaso de agua medio lleno y el bolígrafo junto a una libreta abierta por la mitad. Había salido de la habitación sin coger nada, como si de pronto le hubiesen llamado. Pero nadie le había visto marcharse. 

El guardia de seguridad revisó las cámaras. Retrocedió la grabación hasta cinco minutos antes de que notaran su ausencia. En la pantalla apareció Marcos, inclinado sobre su mesa, tomando notas. En un instante su silueta se distorsionó, como si la imagen hubiese sufrido una interferencia. Luego, la silla quedó vacía. La grabación no mostraba cómo había salido del cuarto ni hacia dónde. Simplemente, dejó de estar.

Sus tres compañeros se miraron entre sí. Susana rompió el silencio:

–Esto no es normal.

Raúl, el más escéptico, intentó buscar explicaciones lógicas: un fallo en la cámara, un problema con la luz, algún tipo de broma pesada. Pero los tres sabían que aquello era demasiado extraño, así que dieron aviso a la administración del edificio. 

Un hombre con traje oscuro llegó media hora después. No se presentó ni hizo preguntas. Conectó un dispositivo al ordenador de vigilancia y extrajo la grabación. Antes de marcharse, les lanzó una advertencia. 

–Nadie debe hablar de esto.

No hubo explicaciones. Solo aquel mandato seco y tajante. Una sensación de irrealidad flotaba en el ambiente. La oficina seguía con su luz blanca, sus escritorios alineados y el murmullo lejano de otros departamentos. Pero algo había cambiado. No en el espacio, sino en ellos. 

Aquella noche, Susana no pudo dormir. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de la silla vacía regresaba a su mente. En algún momento de la madrugada su teléfono vibró con un mensaje que provenía de un número desconocido. Cuatro palabras aparecían en la pantalla:

«No lo busquen más».