XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Descansa en paz,
Diego Armando  

José Ignacio Mas, 16 años

Colegio IALE (Valencia)

El fallecimiento repentino de Diego Armando Maradona tiñó de luto el corazón de los aficionados al fútbol, entre quienes me encuentro. Ha sido uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, comparable al mítico Pelé. Nadie pone en tela de juicio que nació dotado de un don especial para este deporte, lo que Maradona demostró en los años ochenta, cuando ganó la justa fama de ser una estrella, un elegido, un astro del balón.

Es una lástima que su grandeza deportiva haya quedado contaminada por sus comportamientos personales. La prensa ha descrito, durante décadas, su penosa bajada a los infiernos y el mundo entero ha sabido de sus adicciones a las drogas y al alcohol, tan vinculadas a la razón de su muerte. El rey del deporte rey –qué amarga contradicción– terminó como una caricatura de sí mismo, convertido en un tipo dantesco, desacreditado, sin nada ejemplar que ofrecer a la sociedad.

Pero con su vida cargada de errores, Maradona nos ha enseñado lo difícil que es soportar la fama, la necesidad de adquirir la suficiente fortaleza para rechazar las tentaciones que rodean a quien consigue hacerse inmensamente rico, el cuidado que debe poner para evitar a ese tipo de personas que, bajo la apariencia de la amistad, solo buscan aprovecharse del éxito ajeno.

Según reconoció el propio Diego Armando, a los veinticuatro años (en su etapa en el Fútbol Club Barcelona) empezó a consumir estupefacientes empujado por el deseo de jugar cada vez mejor al tiempo que se divertía más allá de lo aconsejable, aprovechando que se había convertido en el más importante de los ídolos. Décadas más tarde admitió que aquel inicio en el consumo de drogas fue el error más grave de su vida.

Se descubrió su adicción en 1991, cuando le sometieron a un control antidoping después de un partido con el Nápoles. La sustancia que encontraron en su sangre era cocaína y como castigo se le suspendió quince meses sin jugar. Tras la sanción, de nuevo dio positivo después de jugar con la selección Argentina en el Mundial que se celebró en los Estados Unidos de América. Aquella vez, la sustancia fue la efedrina y se le castigó con otra suspensión similar.

Desde aquellos famosos acontecimientos se conocen más test positivos, tratamientos terapéuticos que no tuvieron éxito, y más adelante, varias descompensaciones cardiovasculares graves, que nos permiten ver lo peligrosas que son las drogas y lo difícil que es abandonarlas una vez iniciado el consumo.

Es necesario que los deportistas de élite den una imagen intachable de sí mismos, ya que para cientos de miles de personas son un ejemplo a seguir.