VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Diario de un muñeco

Rafael Contreras, 16 años

                  Colegio Altocastillo (Jaén)  

Soy un Playmobil, de tipo medieval, número de serie 4436. Habito en el dormitorio de Javi. Sin embargo, llevo tiempo inactivo. Recuerdo cómo luchábamos todos los días, dirigidos por nuestro amado rey, cómo tomábamos las almenas y los barcos de los enemigos.

Mis hombres siempre me seguían hasta la muerte. Mentalmente gritábamos el nombre de Javi, nuestro amado monarca, por el cual ofrecíamos la vida y junto al que nos sentíamos invencibles. Era un sueño, días gloriosos. ¡Qué decir del asalto a la mesa de estudio o de la defensa de la puerta del baño! Batallas inolvidables.

Sin embargo, todo acabó.

Con el paso del tiempo, los combates se hicieron cada vez más cortos y espaciados. Antes lucíamos nuestras armas respectivas, y el Rey Javi nos vestía con orgullo y esmero, posicionándonos para la batalla. Poco a poco, nuestro rey nos relegó a la defensa de un lugar oscuro y lóbrego, La Caja. Sin duda es un sitio importante, pues en él seguimos desde entonces.

Antes de que nos destinaran a este nuevo objetivo, llegó el día de los Refuerzos. Una vez al año, traían gente fresca en un ambiente de fiesta. Era, para nuestro rey, su jornada de alborozo. No en vano, lo titulaban “Día de Reyes”. Sin embargo, en esta nueva ocasión, vimos una extraña estructura negra, que tragaba discos y se controlaba con unos mandos. Aquel artilugio hizo que nuestro rey no tuviera tanto tiempo para nosotros. Fue entonces cuando nos destinó a La Caja.

Muchos de mis hombres han perdido la esperanza de volver a ver la luz. Creen que conocerán aquí el final de sus días. Pero yo sé que nuestro rey nunca cometería semejante crueldad.

Oigo algo… Veo luz después de mucho tiempo. Mi pequeño corazón de juguete se estremece. Por fin somos libres. Ahora volveremos al combate.

Pero…, un momento… Nos sacan del cuarto. Nos llevan al mundo exterior..., al fuego en el que acaban los juguetes lisiados y ancianos. Allí fueron mi viejo amigo, Action-Man, y el Oso Pooh. Mis hombres me rodean, murmurando nerviosos antes de que nos lancen a las llamas.

Miro a través del cristal y leo: “Quemador de basura”. Este es el lugar de los juguetes que ya no sirven.

Suerte que el humo no nos afecta. Sin embargo, miro alrededor y encuentro que no hay salida. Es el fin que ningún juguete de bien merece.