III Edición
Curso 2006 - 2007
Días de fútbol
Myriam Villar, 16 años
Colegio Altaduna (Almería)
Jamás me hubiese imaginado con una amplia sonrisa de alivio al tiempo que escucho hablar de fútbol, porque soy una negada para los deportes, de esas a las que la pelota de baloncesto -pese a su preciada redondez- se les escurre entre los dedos. Siempre he tenido la impresión de llevar pintada una diana de chillones colores en la cabeza en la que se estrellan todos los balones.
Precisamente por ser así, nunca hubiese esperado en mí ni un ápice de emoción al oír hablar de fútbol. Pero las circunstancias cambian. Tras probar sabores más amargos que las idas y venidas de los equipos que forman la liga de nuestro país, tolero en gran medida conversaciones repletas de virilidad acerca de deporte rey porque, según mi humilde parecer, es preferible un diálogo sobre ese tipo de interés que cualquier otra artimaña repleta de insultos, donde si no se atrinchera a unos se despelleja a otros. He aprendido que existe una diferencia abismal entre unos humildes e inofensivos colegas comentando un lunes por la mañana el partido del sábado y unos tarugos descerebrados comentando su “jugada” nocturna con vete-tu-a-saber que muchachita (lo peor es que la susodicha no se entera de que su “amor del sábado por la noche” le anda poniendo nombre propio). Por eso, digo, que me alegro cuando mis amigos me brindan la oportunidad de conocer más a fondo la actualidad deportiva, porque el fútbol logra desplazar otros temas propios de las ratas que se mueven por las cloacas del fin de semana.
Muchos de los que me lean, tal vez me inviten a no escuchar a los que presumen de sus conquistas de baja estofa. Es cierto, de veras, que me gustaría no estar presente en esas conversaciones que tanto me irritan, pero no puedo. Son quince minutos de camino al colegio, los que mi deber y mi entereza me obligan a intentar sacar lo mejor de mis amigos. A fin de cuentas, empieza a gustarme el balompié.