XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

El accidente 

Pablo Soria, 14 años

Colegio El Prado (Madrid)

Se despertó desorientado y magullado, y distinguió un fuerte olor a gasolina. Estaba envuelto en una densa capa de humo negro que le impedía ver más allá. Un pitido retumbaba en su cabeza. Intentó levantarse, pero se lo impidió un dolor intenso. Se dio cuenta de que tenía una pierna atrapada. Intentó liberarla, sin éxito. Entonces percibió que el humo se disipaba.

Ante él tenía el volante, al que le faltaba una mitad. Como el cinturón le oprimía el pecho, lo soltó para intentar moverse. A sus lados había multitud de cristales y sobre el capó, la parte trasera de otro vehículo. En ese momento entendió que había sufrido un accidente de tráfico, pero no recordaba cómo había sucedido. 

Sintió un nuevo dolor, esta vez en el abdomen. Fue tan intenso que se desmayó.

Al despertar ya no le retumbaba la cabeza. Escuchó con atención. Le pareció oír a lo lejos a unas personas que conversaban entre sí. Eran una multitud. El flash de las cámaras de fotos le cegaban. Pidió ayuda a pleno pulmón y un grupo de personas acudió en su ayuda. 

Hubo una explosión. El coche con el que había tenido el accidente estaba ardiendo. La gente, asustada, echó a correr en todas las direcciones. El humo volvió a cegarle y pensó que todo estaba acabado. Perdía fuerzas, pues sangraba abundantemente por el abdomen. Presionó la herida, pero no pudo detener la hemorragia. Su mente comenzó a nublarse. Perdía la conciencia. Temió que no volvería a despertarse...

Escuchó un sonido. Al principio no consiguió distinguirlo. ¿Era parte de un sueño? Se trataba de la sirena de una ambulancia. Volvió a desmayarse antes de que pudiese verla.

Abrió los ojos en una habitación de hospital, rodeado de sus familiares y amigos.