X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

El buzón

Reyes Hernández, 14 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

En la carta iba escrito mi futuro. Estaba indecisa. ¿La enviaba o no? Me envolvía un interrogante y cuantas más vueltas le daba, mas dudas estallaban en mi cabeza.

Gracias a la intervención de mi madre, conseguí aclararme, pero seguía bloqueada. Tenía claro mi pasado, mi presente vacilante y mi futuro en suspense. Comprendía que mis amistades dependían de aquel papel. Todo por un conflicto que había empezado como una mota de polvo y, por culpa de los rumores, se había convertido en una especie de Empire State.

Reconocer “mi falta” fue lo que más me dolió. No podía ser yo la que pidiera perdón cuando toda la culpa era de ella. Cada vez que lo pensaba me entraban nauseas. Intentaba tranquilizarme, pero ni con la música se me olvidaba aquel problema.

La música es como un río que entra en mi interior, aliviándome de cualquier angustia. Al darle al PAUSE, el agua se esfuma y regreso a la situación de antes. ¿Por qué la vida no es como en las canciones? En un continuo PLAY, parece que todo es perfecto. La música te envuelve, te lleva a un mundo distinto, contrario a la realidad.

Volví de nuevo a mi mundo. Con estos pensamientos, lo único que hacía era agrandar la bola. Por eso me decidí: tenía que enviar la carta. Me parecía la única opción. Preferí morirme de vergüenza ante todas mis amigas que quedarme sola.

Un sobre. Doble cuidadosamente la carta en tres. No podía haber en ella un solo fallo. Escribí la dirección: <<Avenida Dinamarca, 2>>. Al día siguiente la llevaría al buzón. No; no podía esperar tanto. Cogí mi bolso y salí a la calle.

Avancé hasta encontrarme con el receptor a corto plazo de todos mis problemas. Carta echada.

Ahora solo falta la respuesta.