III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

El color de la intolerancia

María Jesús Tardío, 17 años

                  Colegio Puertapalma (Badajoz)  

    Mi madre me rodeaba con sus brazos. Me mecía en la cama y me cantaba. Me decía que todo estará bien, que ahora ella me protege. Yo me sentía muy seguro, pero aún así necesitaba tenerla a mi lado. De lo contrario, no podría dormir.

    Cerré los ojos y vi a Lucas, esos enormes ojos negros y esa amplia sonrisa que aun me atormentaba. Me vi rodeado de sus secuaces. Todos me miraban fijamente, como esperando la mínima oportunidad para atacarme de nuevo. Un sudor frío me empapaba la frente. Yo miraba de lado a lado buscando un hueco por donde huir, pero mis intentos fueron inútiles. Una lluvia de piedras golpeaba todo mi cuerpo, yo intentaba gritar, pero no me salía la voz. Estaba mudo.

    Desperté sobresaltado y gritando a viva voz:

    -¡Socorro! ¡ Mamá, me quieren matar!

    -Tranquilo, cariño -susurró mi madre mientras me abrazaba fuertemente-. No pasa nada. Yo estoy aquí contigo.

    Los nervios me impedían dormir. Tenía que volver a ese colegio y no quería. Sabía de más que todo se iba a repetir.

    -Mamá...

    -Shhh... Todo irá bien. Ya hablé con los profesores y no se volverá a repetir, te lo prometo.

    Todo transcurría con normalidad, como si no hubiese pasado nada. Sonó el timbre del recreo. Mis compañeros me hablaban amablemente. Incluso me dejaban jugar con ellos al fútbol.

    Al instante, recibí un pelotazo.

    -Lo siento -me dijo mi compañero.

    -No te preocupes –le respondí.

    -Perdona -se disculpó otro compañero tras volver a golpearme.

    Los pelotazos fueron incrementándose, y con ellos las carcajadas. Asustado, comencé a gritar, pero me vi rodeado por todos, como en mi sueño. Los golpes que me propinaban iban aumentando en fuerza. Lo último que oí antes de desmayarme fue: “no queremos negros en nuestro colegio”.

    Al despertarme, un foco de luz me deslumbró. Cuando me giré, comprendí que estaba entubado y lleno de cables.

    -¿Qué me pasa?

    -Tranquilo -habló mi madre, que estaba sentada junto a mí.

    -Creí que no me iba a pasar nada. Incluso, me habían dejado jugar.

    -Lo sé, cariño.

    En ese momento la vi llorar por primera vez en mi vida.

    -Mamá, me pegan por ser negro, ¿verdad?

    -Ni yo lo sé.

    -¿Voy a tener que volver a ese colegio?

    -No.

    -Estoy cansado, pero no quiero dormir.

    -¿Por qué?

    -No quiero tener más pesadillas, mamá. Quiero que todo acabe.

    -Ya verás como encontraremos una solución.