VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

El control enmascarado de la publicidad

Inés Díaz Argelich, 15 años

                     Colegio Canigó (Barcelona)  

Suena el despertadorm, lo apagamos e inconscientemente, leemos las pequeñas letras, “swatch”, inscritas en él , sin apenas advertir la primera publicidad de ese nuevo día. Desayunamos: los envases de Cola-cao, Nescafe o Special-K pasan totalmente desapercibidos por la costumbre de tenerlos cada mañana en la mesa. Forman parte de nuestra vida cotidiana.

Salimos a la calle. Tan solo hace falta un vistazo para observar la publicidad que nos envuelve, a veces enmascarada por el hecho de que no se anuncia en un cartel o en la televisión. Caminamos por el centro de la ciudad, observando a los transeúntes: su físico, sus movimientos y hasta la forma de vestir no nos pasan desapercibidas. Hemos identificado la marca de su ropa y hasta calificado a aquella persona por tener un cocodrilo en su camiseta o llevar los nuevos pitillos de la última temporada. Pero no solo el aspecto de los que nos rodean capta nuestra atención. De vez en cuando, identificamos un “Mini” que recorre el paseo de Gracia o echamos un vistazo al nuevo “Audi” que está aparcado delante de la farmacia.

A todo esto sumamos las veces que nuestra mirada capta algún que otro cartel anunciando “Coco Channel” o haciendo propaganda de la nueva película de Woody Allen, sin olvidarnos de los escaparates de ropa, zapatos, electrodomésticos y joyas que nos rodean y de los logotipos de las grandes marcas que se ven a distancia, como McDonald’s y El Corte Inglés.

Seguimos nuestro trayecto envueltos por la publicidad, pero a veces ni somos conscientes de ello, porque es un mundo que nos envuelve constantemente, a todas horas. No hace falta buscarla, la encontramos en la calle, en la televisión, en los periódicos, en la radio y en nosotros mismos. Sabemos que el mercado es necesario, pero hasta cierto punto. Debe de haber límites, como en todo. No es casualidad los minutos de anuncios que vemos mientras disfrutamos de un programa de televisión. Ese spot de Coca-cola que va después del programa de Ana Rosa, no está ahí por casualidad: ha sido necesario un negocio, un acuerdo.

Rodeados como estamos por la publicidad, puede ser que estemos empezando a confundir la “necesidad” de tener muchas cosas con la verdaderas necesidades. Cada vez damos una mayor importancia a las cosas materiales. Parece que lo único que nos importa es la ropa, la estética y el tener muchas cosas, cuantas más mejor. ¿Es posible que la publicidad pueda haber llegado a tener tanto control sobre nosotros? ¿Puede que nos obligue a quedarnos tan solo en lo superficial? Si se utiliza bien, puede ser un avance en el mundo del mercado.