XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

El espejo actual 

Nuria Torrubiano, 14 años

              Colegio La Vall (Barcelona)  

Las modas han existido siempre. Desde hace miles de años, la sociedad ha seguido unos patrones determinados, basados en diferentes estilos y en múltiples maneras de actuar. A dichos modelos se les concede mucho protagonismo, de forma que la gente que no los sigue es considerada por los demás rara o extravagante.

Cuando era pequeña, un día que iba mirando por la ventanilla del coche observé cómo se dirigían hacia el colegio un grupo de estudiantes. No pude evitar fijarme —ya fuese por curiosidad o porque saltaba a la vista— que todas las chicas seguían un mismo patrón: la misma melena suelta y cortada a la misma altura, la misma mochila, el mismo estilo de pantalones, el mismo calzado… Pensé: «¿No se aburren de ser iguales a las demás?».

No fue hasta que llegué a su edad cuando, sin darme cuenta, caí en esa trampa: me vi vestida con los mismos pantalones, el mismo calzado y el pelo peinado y cortado a la misma altura que las demás. Y lo más extraño de la situación era que a mí me gustaba; me gustaba todo lo que les gustara a las demás o, al menos, eso pretendía.

Más tarde empecé a preguntarme si quería tomar mis propias decisiones o que las tomaran los demás por mí. En este sentido, debo referirme a los tres caracteres que se dan en toda persona: el que exhibe, el que tiene y el que cree tener. En ese momento yo, como la mayoría de las niñas, solo dejaba ver el exhibido. A partir del razonamiento que acabo de plantear, intenté ser consecuente con mi propia manera de ser, en la que seguía habiendo matices de la moda actual que me gustaban.

Quizá deberíamos empezar a considerar lo raro como lo creativo, una muestra de verdadera personalidad. Las personas que hacen buen uso de su libertad y toman sus propias decisiones sin temer la opinión de los demás —aunque sea en asuntos sin mayor trascendencia, como la ropa o el estilo de peinado—, deberían ser nuestro principal ejemplo.

Como dijo Paul Heyse, «el que se apoya en los demás ve como vacila el mundo; el que se apoya en sí mismo, se mantiene seguro». ¿Cuánta gente es capaz de mirarse al espejo y analizarse no como lo harían los demás, sino como realmente es?

Aceptarse no implica intentar cambiar para resaltar sobre los demás, sino que consiste en aprender a escoger nuestros propios hábitos, a potenciarlos con personalidad y a apreciar lo diferente.