III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

El final pendiente

Mar Laguna 15 años

                 Colegio Los Tilos (Madrid)  

    Papá se ha levantado. Menos mal que hoy ha apagado deprisa ese despertador odioso, que me pone de los nervios. Oigo como desliza sus brazos dentro de la chaqueta, y siento la firmeza con la que tira de los cordones de sus zapatos antes de hacer el nudo doble que me enseñó, firme y delicado al mismo tiempo.

    Oigo ruidos en el pasillo. La puerta de la cocina se abre con un estruendo provocado por los cristales translúcidos, a los que apenas sostiene ya la argamasa. Huele a tostadas y café, un aroma familiar que se a convertido en rutina desde que le dieron el nuevo trabajo a papá. Todas las mañanas me despierto con él (aunque él no lo sabe) y le escucho debajo de mis sabanas hasta que sale por la puerta. Ya no nos lleva al colegio. Antes jugaba mucho con nosotros, y aunque ahora papá y mamá están más contentos, yo no. Siempre llega tarde a casa, muy cansado. Aunque mamá diga que así es más feliz, ,si no tiene tiempo de disfrutarlo con nosotros, no me parece bien.

    Son las siete en punto de la mañana de un día como cualquier otro. Papá sale por la puerta y se marcha. La mañana transcurre tranquila para mí y mi hermana. Nos levantamos, aunque un poquito más tarde que papá, desayunamos corriendo porque siempre tenemos prisa, y vamos al colegio en coche, con mamá, que nos deja allí antes de irse al trabajo.

    Cuando por fin llegamos, nos separamos para ir a clase, donde me esperan mi profesora y mis amigos.

    Parece que hay una noticia nueva que circula por la clase. Siempre hablamos de estas cosas antes de empezar. Juan y Miguel comienzan a hacer aspavientos sobre algo que acaban de ver en la televisión. Nosotros no vemos la tele por la mañana, porque a nuestro papá no le gusta. Nos ha contado que una vez a un niño se le quedó la cabeza cuadrada.

    Hablan sobre un atentado terrorista que ha ocurrido esta mañana en la estación de Atocha. Todos hablan a la vez, pero yo no entiendo nada. Me evado un segundo de la conversación y empiezo a sentir un extraño vacío. Confusión. Miedo, mucho miedo. Un escalofrío me recorre la espalda.

    -Ha explotado un tren.

    No quiero darme cuenta de lo que ha pasado. No, no...

    -¡Papá!