V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

El gato

Cristina Rubio. 13 años

                 Colegio Fuenllana (Madrid)  

El examen me había salido fatal y, encima, tenía que copiar el tema seis de Ciencias Naturales porque la profesora me había descubierto charlando con una amiga. Pasaba al lado del parque envuelta en estos pensamientos cuando, de pronto…¡Qué rasgos tan preciosos!

Era pequeño y peludo, con unos grandes ojos color oro y un bigotito blanco y retorcido. Su capa era blanca y negra, lo que le daba un aspecto elegante. Parecía amedrentado ante mi presencia, como si observara a un gigante. Noté que no sabía a dónde ir. Yo tampoco, porque en un instante me olvidé de mis disgustos para contemplar aquel gatito con ojos cariñosos.

Dudé si seguir mi camino o llevarlo a un centro de acogida para animales. De hecho, conozco uno que está cerca del parque. Pero antes de decidirme, me asaltó el miedo: la madre de aquel cachorro podría encontrarse cerca. Me asustó que pudiera hacerme daño. Entonces decidí marcharme a casa.

No alcancé el semáforo cuando ya me vencía el remordimiento. Aquel gato me había regalado una mirada repleta de cariño y yo doblaba la esquina, indiferente. Le decía adiós, ofreciendo la oportunidad de que algún desalmado le lastimara o que cayera en las fauces de un perro... Me venció la intuición de que tenía que volver.

Por más que busqué entre los arbustos, no logré encontrarle. Al darme la vuelta, el gato se hallaba delante de mí, como con ganas de jugar.

Lo acaricié y pensé si me dejarían tenerlo en casa. Lo intentaría, sí. Si me lo negaban, me acercaría al centro de acogida.

Tuve la intuición de que el gato y yo íbamos a ser muy buenos amigos.