X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

El guión de mi bar

Paloma Gómez Carranza, 16 años

                   Escuela Zalima (Córdoba)  

Mi vida se reduce a estar detrás del mostrador de un bar. Mucha gente debe pensar que no existo de cintura para abajo. Mis movimientos se limitan a los tres vértices de un triángulo: del grifo de cerveza a la barra, de la barra a la caja registradora. De la monotonía solo me salva la película del ciclo anual. Son los clientes los que cada día van completando un guion que voy devorando sin prisas.

Por ejemplo, en septiembre mucha gente se reencuentra y se abraza. Las mujeres se cuentan anécdotas veraniegas y los niños hojean y aspiran el aroma de sus libros nuevos.

En diciembre las sillas se envuelven con abrigos y las cabezas se cubren con gorros de lana. Se escuchan villancicos y los adultos cargan bolsas con regalos.

Llega enero y el bar se invade de madres e hijas bajo el éxtasis de las rebajas. ¡Qué bien imita el dinero a la felicidad!

De pronto huele a incienso... Es abril y llegan grupos de amigos que se toman un descanso entre procesiones. Los chiquillos compiten por quién tiene la bola de cera más grande.

En mayo Córdoba se inunda de hermosura y fiesta. ¡Qué bonitas están las mujeres vestidas de flamenca! ¡Qué bonitos los balcones festoneados de flores! Hasta la barra huele a feria.

Al llegar el verano comienza a dejarse ver la piel bronceada. Mi bar se llena del colorido de las ropas y las sonrisas iluminadas que enamoran.

Aunque mis jornadas parezcan aburridas, los habitantes de mi ciudad hacen que el trabajo detrás de la barra cobre vida y sentimiento. A fin de cuentas la felicidad no consiste en hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace. Y eso generalmente se logra con pequeñas cosas que ocurren todos los días.