X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

El juego del minuto

Teresa Criado, 16 años

                   Escuela Zalima (Córdoba)  

Propongo un juego. Simple y sencillo. Se trata de razonar sobre todas las cosas que podemos hacer en un minuto. Pues bien, un minuto tiene los suficientes segundos como para quedarnos con lo bueno del pasado, borrar todo lo malo y poder corregirlo. Dibujar a cada momento el futuro, con ganas o sin ellas, y llenarlos.

En un minuto podemos aprender qué es el bien y qué es el mal, intentando rechazar éste y haciendo lo imposible para conseguir ese punto extraordinario al que todos aspiramos y que, con esfuerzo y dedicación, conseguiremos.

También debemos aprender hacer feliz a una persona en menos de un minuto. Por ejemplo, con una sonrisa, ya que su fuerza es mayor que todo el odio el mundo. O con un abrazo, pues en él se transmiten más sensaciones de las que se pueden percibir al cabo del día. O con una palabra bonita capaz de llenar el corazón de una persona en un abrir y cerrar de ojos.

Sabiéndolo, ¿por qué no hacer feliz a las personas que nos rodean?

Otro juego sería el arrepentimiento por aquellos actos cometidos de los que no estamos orgullosos. ¿Hay algo más bonito que una sonrisa de reconciliación?

Salgamos entonces a la calle y pidamos perdón. Si hiciera falta, hagámoslo setenta veces siete. Demostremos a los nuestros que realmente nos importan y hagamos todo lo posible para nos perdonen.

¿Qué podemos perder?

Otro factor importante es la distancia, kilómetros que aterran a miles de personas. La distancia puede separar el cuerpo, pero no a las almas, algo que la ciencia no puede demostrar. Así que no dejemos que la distancia nos aleje de nuestra familia o de las personas queridas. Hagamos todo lo posible por conservar ese vínculo de unión.

En un minuto también caben los sentimientos. Pueden llevarnos a hacer lo que no queremos, pueden hacernos cambiar de opinión e, incluso, cegarnos ante la realidad. Tengamos cuidado, pues existen el odio y la envidia. Pero otros pondrán color en nuestras vidas.

Y por último, ofrezcamos un minuto de decisiones. ¿Cuantas habremos tomado durante nuestra vida? ¿Cuántas nos quedarán por tomar? Infinitas. Vivimos decidiendo; no es posible la vida sin decisión. Muchas personas viven con el miedo a decidir mal, pero sólo cabe golpearse para saber a lo que nos enfrentamos, levantarnos y volvernos a caer, pero siempre con la esperanza de hacerlo un poco mejor la próxima vez.

Más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto.