XVII Edición
Curso 2020 - 2021
El lobo solitario
Almudena Ortega, 14 años
Colegio Tierrallana (Huelva)
No sé si habré tomado las mejores decisiones a lo largo de mi vida, pero si de algo me arrepiento es de haberme separado de mi familia y de todos mis amigos a causa de un error.
La vida es muy corta y siento que no la estoy aprovechando como debería. Hace años era una persona con numerosas amistades, pero el destino me fue separando de todas ellas. Es cierto que no me defino como una persona sociable, pero no quiero ser un lobo solitario.
A mis compañeros les van a visitar sus nietos, que llenan la residencia con la alegría de sus besos, gritos, carreras y juegos. ¿Quién me visita a mí?... Sé que puede sonar un poco egoísta por mi parte, pero a veces creo que no le importo al mundo. Me aterroriza pensar que nadie me llorará ni me recordará cuando fallezca.
Echo de menos las tardes del verano en la playa, cuando nos reuníamos en familia y reíamos de felicidad durante nuestras tertulias, que se prolongaban hasta la madrugada, con la música relajante de las olas y el aroma del mar. Ahora me parece que todo era perfecto, demasiado perfecto para haber sido verdad.
Entre semana escribo cartas a los parientes que me quedan: mi hermano, mis sobrinos y mis primos, pero ninguno de ellos me contesta. Seguramente estén muy ocupados para hacerle caso a un viejo fanfarrón, pero quisiera que tuvieran presente que seguimos siendo familia. Quisiera que me perdonaran, que no siguieran anclados en el resquemor del pasado.
***
Hace una semana me empezaron a llegar diversas cartas. Pero no son de mis parientes sino de una niña a la que no conozco. Son epístolas sencillas, en las que me hace preguntas sobre mí: ¿cuántos años tengo? ¿cuál es mi comida favorita? si me gusta el color azul… Todas ellas llenas de curiosidad y sin prejuicios, propias de una cría de ocho años.
Las espero con una emoción desconocida. Cuando las recibo busco un bolígrafo y las respondo lo antes posible. Es tan gratificante saber que alguien se preocupa por mí… Esa niña me ha resucitado la ilusión y la esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, me siento vivo.
A lo mejor sí que le importo a alguien.
Ahora que lo pienso, no estoy tan solo como creía.