V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

El médico

Ana Escauriaza, 17 años

                 Colegio Ayalde (Bilbao)  

Directa, sin miramientos, como siempre que me enfrento a algo o a alguien, me digo a mí misma: “cabeza alta y valor”. También en esta ocasión, como aquella vez que confesé a mi padre que le había cogido el coche y me había estrellado. Pero ahora necesito más valor, porque lo que me espera tras esa puerta de madera oscura no es el único hombre que me quiere en el mundo ni la primera bofetada que recibí en mi adolescencia. Es un médico que me va a hacer un análisis.

Aunque todavía no me creo capaz de afrontarlo sola, me siento enfrente del hombre alto, de mirada cansada y con unos gruesos cristales sobre la nariz. Él carraspea, me mira y me lo dice, con suavidad, pero con decisión. Mis peores temores se confirman y el mundo entero se derrumba ante mis diecisiete años: estoy embarazada.

Todavía asustada y en vista de que él no me dice nada, le pregunto lo obvio: cuándo puede ser la cita para el aborto. Su expresión se vuelve triste, como la de quien ha escuchado algo espantoso.

De pronto abre su cajón y saca una semilla. Extiende el brazo y noto la aspereza de su arrugada mano cuando cojo la diminuta simiente. Suspira y me pregunta si sé lo que acabo de tomar.

-Una semilla de alguna planta o de un árbol... ¡Yo que sé! -me siento confusa-. Perdóneme, pero no entiendo qué pretende.

El doctor me mira antes de continuar su explicación:

-Podrías decirme qué sucedería si la entierras en tu casa y cuidas de regarla.

-Que brotará, digo yo, que se convertirá en una planta.

-Y si, en cambio, la aplastas...

Su expresión pensativa me inquieta durante unos segundos que parecen eternos.

-Imagínate que a la criatura que ocupa tu cuerpo, y que te dará trabajo y te quitará tiempo, la dejas crecer, nacer, vivir. Esa es tu semilla, que ya ha comenzado a reverdecer.

No se me ocurre nada que añadir.

-Imagínate ahora que aplastas la semilla, que no la riegas, que permites que unos instrumentos ajenos a tu cuerpo la saquen para pulverizarla... Soy consciente de que tienes diecisiete años. Estás embarazada, lo que supone que muchas puertas se te van a cerrar. El mundo es así de injusto. Sin embargo, encontrarás gente muy querida dispuesta a darte su apoyo y cariño, que estarán junto a ti sin juzgarte, conscientes de que ellos y tú también fuísteis una pequeña semilla.

Se queda en silencio mientras asimilo sus palabras.

***

Hoy Elena cumple tres años. La quiero con locura. A veces pienso cómo hubiera sido mi vida sin ella. Tal vez más fácil, pero no mejor.