X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

El misterio del escarabajo

Francisca Román, 14 años

                 Colegio Altozano (Alicante)  

¡Por fin vacaciones! Habían acabado las clases y ya teníamos todo preparado para irnos al pueblo de mi padre, en Extremadura. Allí iba a reunirme con mis amigas, la pandilla, como la llamaba yo. María “Lacitos” era la más pequeña del grupo y la más intrépida; Andrea, la prudente; Ana, la más divertida del grupo; Andrea “la grande” era la mayor de todas y le encantaba leer y resolver todo tipo de misterios; Reme, que vivió en París. Por último estaba yo. Supongo que me consideraban líder de todas ellas, porque siempre me preguntaban qué plan podíamos hacer. Por cierto, me llamo Estrella.

Por las tardes nos reuníamos en el desván de mi casa. Mi madre tenía un baúl repleto de cosas antiguas: recortes de periódico, fotos, libros marcados por el tiempo, ropa casi toda de color negro, etc. Las horas volaban hasta que alguna madre reclamaba a su hija para que volviera a casa.

Una tarde, desempolvando los recortes de un periódico, encontramos una noticia que nos llamó la atención: el catedrático Rupérez, que veraneó en el pueblo años atrás, tras un viaje a Egipto había regalado al ayuntamiento un escarabajo de jade de valor incalculable. El recorte del diario informaba que alguien había conseguido romper todas las medidas de seguridad del museo municipal y robarlo. Aunque este hecho había ocurrido hacía muchos años, la curiosidad nos invadía, así que decidimos pasarnos por la biblioteca del pueblo.

La biblioteca es un edificio pequeño en comparación con la de mi barrio, en la ciudad. Hallamos una serie de libros que recogían los hechos más destacados del pueblo y sus aledaños desde, al menos, la Guerra Civil.

Así nos enteramos que el escarabajo fue recuperado gracias a la investigación del comisario Luis Miguel y su ayudante Josemi, que se convirtieron en héroes de la localidad. El culpable del robo no era otro que un cuervo que, atraído por el brillo del jade, se coló por la ventana del museo. Sin levantar sospechas lo tomó con el pico y se lo llevó su nido.

Lo más curioso fue la manera que los policías emplearon para descubrir al ladrón. El comisario, después de interrogar a los empleados del museo y descartar los posibles móviles, perdió la esperanza de dar con el culpable y encontrar la joya. Consideró que se trataba de un excelente ladrón. Pero en el lugar de los hechos apareció excremento de pájaro. Fue la mecha que inspiró a los agentes para buscar por las copas de los árboles de los alrededores, hasta que dieron con el susodicho cuervo y su guarida.

Nos quedamos tan asombradas, que decidimos hacernos investigadoras. Si nos dejaban nuestros padres, claro.