V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

El misterio del lago

Yaiza Barquín, 15 años

                 Colegio Ayalde (Vizcaya)  

Helen vivía en Londres. Cierto día, decidió retirarse del bullicio de la gran ciudad y descansar en una casa de campo, en Escocia, a las orillas del lago Ness. Solía dar paseos en lancha por las aguas oscuras y después se encerraba en casa a leer junto a la chimenea.

Una noche alguien llamó a la puerta. Cuando la abrió se llevó una gran sorpresa: una niña, de unos seis años de edad, vestida de rosa aguardaba en el umbral empapada hasta los huesos. A Helen le llamó la atención el collar de perlas rosas que llevaba alrededor de su cuello.

-Por favor, necesito que me ayudes -balbució la pequeña-. Se nos ha volcado la barca y mi madre no ha logrado salir del agua.

Helen se llevó las manos a la boca.

-No te preocupes. Ahora mismo llamo a la policía -descolgó el teléfono-. Vendrán a rescatarla. ¿Cómo se llama tu madre?

-Mary Mathews -la niña había empalidecido-. Será demasiado tarde cuando llegue la policía. Por favor, ayúdame tú.

Helen corrió a por su abrigo, tomó una linterna y las llaves de la lancha. Cuando regresó a la puerta, la niña había desaparecido.

-Se habrá marchado al lago.

Helen bajó a la lancha. A pesar de que había una densa niebla, se adentró en el lago. A lo lejos, entre la niebla, vio una barca. La pilotaba Annie, la niña. Gritaba que, a pocos metros de donde se encontraba, estaba su madre. Helen se dirigió hacia ella y se inclinó para ver si veía algo. De repente, una ráfaga de aire frió la tiró al agua. Helen empezó a nadar hacia su embarcación, que se alejaba a la deriba. Agotada por el esfuerzo, sintió un impulso con el que logró subir al bote. Asustada, puso rumbo a su casa.

Dos días después, a altas horas de la noche, Helen recibió una llamada. Era Annie, que le daba las gracias. Antes de que pudiera contestarla, la niña colgó.

Helen se quedó pensativa. Al día siguiente se acercó a la comisaría del pueblo, donde le dieron la direccion de la casa de Annie.

Pulsó el timbre. Abrió una señora de unos cincuenta años. Vestía de negro, como si estuviera de luto por la pérdida de un ser querido. Era Mary, pero Helen pensó que era la abuela de la niña. La invitó a entrar y le ofreció una taza de té. Agradecida, rechazó la invitación y, sin rodeos, le contó el motivo de su visita.

-Hace una semana, su nieta Annie se presentó en mi casa pidiendo ayuda, porque su madre se encontraba sumergida en las aguas del lago.

Ante aquellas palabras, Mary se desmayó. Helen la ayudó a sentarse en una silla y le dio un poco de agua.

-¿Podría decirme cómo era la niña?

Se llamaba Annie. Tenía unos seis años, era rubia, con unos preciosos ojos azules y llevaba puesto un vestido rosa y un collar de perlas del mismo color.

Mary comenzó a llorar.

-La niña que vio era mi hija, pero murió ahogada en el lago hace veinte años, cuando nuestra barca volcó. Yo pude salir del agua, pero ella no sabía nadar y... El collar que llevaba se lo regalé antes de iniciar nuestra excursión.

Helen, atónita, decidió que al día siguiente pondría rumbo de vuelta a Londres.

Ya en la ciudad, se reunió con su amiga Eleanor y le contó todo lo ocurrido.

-Te ha sucedido lo que cuenta la leyenda -dijo Eleanor.

-¿Qué cuenta esa leyenda?

-La niña se aparece a todos los turista que se adentran en el lago. Su cuerpo descansa en el fondo, ya que nadie pudo encontrarlo, y pide ayuda con la esperanza de que puedan entregárselo a su su madre.