XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

El niño y sus dispositivos 

Inés María Luna, 14 años 

Colegio Tierrallana (Huelva) 

Manuel lo había utilizado durante tanto tiempo, que era fácil apreciar los daños que tenía el iPad: la pantalla se había combado, sobre el cristal protector se distinguían numerosas líneas de corte y en una de sus esquinas parecía como si hubiese impactado una piedra. Cuando lo iluminaba una luz diagonal, se apreciaba la impresión de las huellas del niño, decenas de miles de pulsaciones sobre la pantalla con las que Manuel había competido en los juegos más variados. Hacía años que aquel aparato le prestaba toda clase de servicios: lo utilizaba para ver películas, para comunicarse con sus amigos, para hacer las tareas escolares…

El día que cumplió doce años, acudieron a casa de Manuel sus amigos del colegio. Tan solo usó el iPad para hacer unas cuantas fotos. Después lo arrumbó en una esquina de su habitación. La tableta aprovechó aquella soledad para buscar en su interior algún dato que explicara el cambio en la actitud en su dueño. Antes de quedarse sin batería, repasó los archivos con imágenes, por si alguna le pudiera explicar la radical decisión de Manuel.

En una de las imágenes encontró un detalle en el que antes no había reparado: uno de sus amigos le había regalado un libro de papel repleto de historias, que se había convertido en la nueva compañía de Manuel. Al mirar alrededor, el iPad vio que dicho libro estaba sobre la mesilla de noche. En ese instante se le hinchó tanto la batería, que a punto estuvo de explotar a causa de la pena.

Escuchó una voz:

–IPad, ¿qué te ocurre? –. Era el libro. 

Iracundo, le dijo que con sus historias le había alejado de su amigo, algo que nunca iba a perdonarle. 

Aquella noche Manuel entró en la habitación muy callado y cabizbajo. Los dos aparatos cayeron en la cuenta de que tenían que hacer algo para animarlo. El Ipad puso música y el libro abrió sus hojas para distraerlo. Nuestro protagonista sonrió, al darse cuenta de lo a gusto que estaba con sus fieles compañeros. Además, comprendió que cada dispositivo tenía su utilidad pues era distinto al otro. Y siguieron las novedades: Manuel sacó del cajón de la mesilla una tarjeta para ampliar la memoria de iPad. Cuando se la puso, la tableta entendió que en equipo se multiplican los resultados. A partir de entonces, pasaron muchas tardes juntos.