VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

El nuevo profesor

Manuel Seco Ruiz, 16 años

                  Colegio Altocastillo (Jaén)  

Un joven moreno y alto, vestido con vaqueros y camiseta, entró en la clase y el alboroto cesó momentáneamente. Sin mirar a nadie, se dirigió a la mesa del profesor y depositó sobre ella una carpeta roída por las esquinas. Alzó la vista y se fijó una fracción de segundo en cada una de las caras que tenía delante.

―Sentaos ―dijo a los alumnos―. Me llamo Casquero y soy vuestro nuevo profesor de matemáticas. Os informo que don José ha sido trasladado a un hospital y allí guardará reposo durante unas semanas para recuperarse del infarto que sufrió anoche.

Un débil susurro se extendió por los pasillos que formaban las mesas de los alumnos, que se mostraron desconcertados al oír la noticia. Esperaron más información, pero Casquero fue al grano.

―Bien, se me ha informado de la materia que estáis dando esta semana, así que vamos a continuar con el temario ―se dio la vuelta y empezó a escribir en la pizarra algunas reglas de derivación. Al ver que nadie escribía, se giró―. ¿No vais a tomar apuntes?

Protestando, los alumnos sacaron una hoja y comenzaron a copiar las fórmulas que el profesor siguió escribiendo. La clase permaneció callada hasta que un golpe, seguido de una risa general, rompió el silencio. Casquero se agachó y recogió del suelo una pelota del tamaño de un puño, que botaba cerca de la puerta. Los alumnos seguían riendo y algunos se miraban con cara de sorpresa.

―¿Quién me ha tirado esto? ―preguntó con voz clara y fuerte, pero sin alterar el tono.

La risa había cesado, pero Casquero advirtió que en el fondo de la clase un chico reía en silencio y le chocaba la mano al compañero. Le miró fijamente y le preguntó:

―¿Has sido tú?

―Yo no he sido, profesor.

―Me lo esperaba. Dime, entonces, quién es la persona que ha tirado la pelota.

―No lo sé.

―Sé que lo sabes. Si no me lo dices te voy a lanzar la pelota a ti en vez de al culpable.

―No soy ningún chivato ―respondió desafiante el alumno.

―Eso te honra ―dijo Casquero.

Con un rápido movimiento, y sin que nadie se lo esperara, el profesor lanzó la pelota y acertó de lleno en la frente de aquel chico, que se llevó una mano a la cabeza mientras profería una exclamación de dolor y le miraba sorprendido.

Casquero recuperó la pelota que volvía botando hacia él y la arrojó por la ventana.

―No voy a permitir ninguna falta de respeto; estáis avisados.

Y sin volver a pronunciar palabra, les dio la espalda para continuar escribiendo.