VI Edición
Curso 2009 - 2010
El poder de la lectura
Fernando Vílchez, 16 años
Colegio Altocastillo (Jaén)
Iván estaba apoyado en una encina y esperaba ansioso la vibración de su teléfono móvil. Al fin la pantalla se iluminó. María le devolía el “toque”. Su sonrisa se tornó amarga cuando recordó que, a pesar de ser sábado, él estaba en el cortijo, acompañado de toda su familia, como solían hacer una vez al me. No es que le molestara reunirse con sus primos, sus tíos y su abuelo, pero aquel mensaje le confirmó que, en unas horas, su pandilla iría a una discoteca en la que también se encontraría María.
“Ya no se puede hacer nada”, suspiró.
Escuchó unos pasos que se acercaban hacia él. Era su abuelo José.
-Tus primos te están esperando -le saludó con una sonrisa campechana- ¿No quieres ir con ellos?
-Ahora no me apetece. Iré más tarde.
Creyendo que la conversación había acabado, Iván volvió la vista hacia el móvil. Sin embargo, su abuelo no iba a darse por vencido y, a pesar de su avanzada edad, tomó asiento a su lado.
-¿Una muchacha?- Iván sonrió ante la pregunta-. Veo que sí.
-Así es, abuelo -tras la sonrisa, el joven volvió a suspirar.
-¿Qué es lo que te ocurre, Iván? Puedes confiar en mí. Aunque no lo creas, yo también tuve tu edad,
Iván no pudo evitar una carcajada. Sabía que podía confiar en su abuelo.
-Mis amigos van a ir a una fiesta esta noche. Y ella también va.
-¿Y? Ya tendrás ocasión de ir a otra. No te preocupes -le animó.
-No es sólo eso, abuelo. No sé si soy su tipo.
Su abuelo miró hacia el cielo con expresión divertida.
-Por qué crees eso?
-Es una chica muy popular. La mayoría de los chicos de mi edad, e incluso mayores, quieren estar con ella.
-¿Acaso tú no tienes las mismas posibilidades que ellos?
-Muchos tienen moto y van al gimnasio.
Su abuelo soltó una sonora carcajada.
-Pero Iván, ¿eso qué tiene de importancia?
-Abuelo -se quejó el joven con voz alterada-, en tu época es posible, pero ahora…
-En mi época, en efecto, no era el gimnasio sino el dinero. Siempre ha habido gente superficial. Pero antes de nada, ¿Esa muchacha ha sido novia de algún tipo así?
-No. Creo que no -declaró Iván tras unos segundos de silencio.
-Entonces puedo atreverme a decir que eres tú el que crees que, porque no vas al gimnasio ni tienes moto, no la mereces.
-Ess cierto.
-Te equivocas, muchacho. Ninguno de esos chicos tiene dos dedos de frente para hablar durante media hora con tu chica. Y créeme, eso es lo más importante para una relación.
-Yo tampoco sabría de que hablar con ella, abuelo.
-Porque no lo has pensado bien, Iván- sonrió-. Eres un buen lector. Cuando eras pequeño, hablábamos de las historias que habíamos leído, como si las hubiéramos vivido nosotros mismos.
-Hace mucho tiempo de eso, abuelo. Ya tengo dieciséis años.
-Y yo ochenta y tres. Sólo quiero que te des cuenta de que, a diferencia de esos chicos, tú has sido el reportero más famoso del mundo; has recorrido todo el planeta para derrotar al mal; has aprendido que, después de tantos años urdiendo un plan para acabar con los hombres que te encarcelaron injustamente, la venganza y las riquezas que conseguiste en la isla de Montecristo no han servido de nada; has podido desentrañar cientos de crímenes; has viajado al centro de la Tierra y ochenta días en globo; has sido un pirata respetado en los Mares del Sur.
-A pesar de ser un hobbit, un mediano, llegué hasta el mismo corazón de Mordor y salvé a la Tierra Media de la amenaza de Sauron -añadió Iván con entusiasmo.
-Exacto, Iván. Cuando esa chica quiera hablar sobre algo verdaderamente interesante, sólo te encontrará a ti. -Con cierta dificultad, José se levantó y aspiró hondo-. Y, ahora, ven conmigo, que nos estarán echando de menos.
El joven se levantó con energía y siguió a su abuelo.
-Por cierto -dijo el anciano-, en este mes he tenido que vigilar a tres generales nazis, entre los cuales había un asesino en serie. No ha sido un trabajo muy difícil.
-Para ti no hay nada imposible, abuelo- contestó Iván mientras le pasaba la mano por el hombro.