XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

El rebaño

Rodrigo López Soto, 16 años

Colegio Tabladilla (Sevilla) 

En un tiempo no muy lejano, las ovejas formaban una sociedad con sus jerarquías. Pastaban en verdes prados, se comunicaban entre ellas en un rico idioma, se educaban las unas a las otras, narraban, escribían y leían, e incluso reflexionaban sobre el porqué de las cosas. Pero a su pastor esta organización de su ganado no terminaba de gustarle, ya que anulando aquellos métodos ovinos de enseñanza, anulando sus narraciones, sus lecturas y sus ratos de reflexión, era mucho más sencillo dominarlas.

A los corderitos que iban naciendo les explicaba que escuchar las historias de los viejos carneros era una pérdida de tiempo. También les dijo que lo que contaba la oveja Sofía, encargada de impartir lo que los antepasados del rebaño habían hecho, escrito y pensado, eran conceptos inútiles, nada prácticos. El pastor los animaba a que escucharan exclusivamente a la oveja Escientia, que enseñaba lo útil, es decir, cómo generar más pasto, cómo producir más lana y la necesidad de inventar un sistema de ordeño más rápido.

Aquellas mentiras fueron calando y, poco a poco, la oveja Sofía perdió adeptos. Los alumnos cambiaron el pensamiento por la práctica. Rechazaron la razón a cambio de empeñarse en el hacer. El ser por el tener. Y al viejo carnero le trataron como a un demente.

Desde entonces no hay ovejas con nombres propios, sino con un número de serie. Tampoco hay ovejas capaces de hablar, sino que balan continuamente sin decir nada. Ya no hay ovejas que guíen la manada, sino que unas siguen a las que llevan el badajo en el cuello. Las ovejas ya no son, sino que están.

Pero el malvado pastor, al ver que una de ellas abandonaba el rebaño para escuchar de nuevo a la oveja Sofía, supo que todo estaba perdido.