V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

El reencuentro con
la felicidad

Blanca Rodríguez G-Guillamón, 16 años

                 Colegio Sierra Blanca (Málaga)  

Marta corrió eufórica, adentrándose en la arena de la playa. Agitaba en una de sus manos una carta y la otra se la había llevado al corazón. Gritó con alegría y dio vueltas sobre sí misma, alzando su cara hacia el cielo. Se dejó caer contra la arena y no le importó que se ensuciara. ¿Qué era aquello comparado con su felicidad? Rió en silencio y abrazó el papel.

-Por fin...-susurró.

Recordó la carita bronceada de su hijo y el dolor que le provocó irse lejos de él y dejarlo en su pobre tierra natal. Aquel niño sería ahora un precioso muchacho de doce años. ¡Qué ganas tenía de volver a abrazarlo!

Los días que se sucedieron fueron ajetreados y difíciles, pero sus labios los había iluminado la felicidad y de ellos, nada ni nadie era capaz de apartar la sonrisa. Su hijo podría irse a vivir con ella en poco tiempo. Sólo tenía que arreglar los trámites para el viaje y pagar los billetes de avión, ya que ella tendría que viajar a Madrid y coger allí el último vuelo hasta su destino.

Habló con él unos días antes. Su voz empezaba a madurar. Había dejado de ser aguda para comenzar su trayecto hacia la gravedad adulta.

Se arregló para la ocasión. No tenía bonitos vestidos ni elegantes collares de perlas, pero se las apañó para ir digna a aquel reencuentro esperado. En ningún momento soltó el papel que dibujaba la alta suma de dinero que había ganado gracias a su pluma. El libro que escribió como medio de combatir su soledad fue un bestseller. Creía en los milagros: nunca pensó que aquella obra tan sencilla pudiese llegar a cautivar a tantos lectores.

De pequeña, cuando vivía en una casa de barro junto a sus padres, había aprendido a escribir y a moldear sus pensamientos a través de la palabra. Su padre se preocupó de que su hija tuviese los conocimientos que él tanto había aspirado alcanzar. Nunca dejó de alentarla. Ella nunca lo olvidó.

Nerviosa, acudió tres horas antes al aeropuerto y no dejó de dar vueltas, preocupada. ¿Tendría ganas de volver a verla? No dejó de atormentarse en su larga espera. El tablón que anunciaba la llegada de los vuelos señaló el más reciente, Madrid-Málaga. Se toqueteó el pelo y, con miedo, se acercó a la puerta que daba la bienvenida a los viajeros.

En cuanto lo vio, todos sus miedos se disiparon. No tuvo ninguna duda de que se trataba de él: tenía sus mismos ojos verdes y su sonrisa. Contuvo la respiración emocionada y comenzó a llorar. Su hijo también la había reconocido y corría hacia ella. Se abrazaron con fuerza, temiendo que fuese un sueño que pudiese evaporarse si se separaban. Tan solo después de un tiempo, ella se separó para mirarlo con adoración y acarició su carita entre sollozos de alegría.

-Te quiero, mi pequeño –susurró cohibida.

-Te quiero, mamá –le respondió también llorando.

Juntos empezaron una nueva vida. Ella recuperó los años perdidos. Publicó un nuevo libro que alcanzó el record de ventas en poco tiempo. En las páginas de agradecimientos escribió: “Gracias por creer en mí. Gracias por hacer realidad mi sueño”.