III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

El reencuentro
(Historias del mar)

María Muro Núñez, 16 años

                 Colegio AURA (Tarragona)  

       Miró fijamente al océano durante unos segundos que le parecieron una eternidad. Entonces recordó...

***

       Habían pasado casi cuarenta años desde su primer encuentro con aquel extraño ser. Desde pequeño creía en lo sobrenatural, en seres fantásticos. Por eso siempre pensó que lo que vio fue una sirena.

       Ocurrió un día de invierno en el puerto de Luarca. Aún era un niño, pero la afición por el mar comenzaba a surgir en él. Lo que más le gustaba era pasear por el muelle. Aquel era un día de marejada y había un fuerte oleaje. A pesar de todo, los pescadores estaban sentados en las rocas con sus cañas y aparejos.

       En el momento más inesperado, un pescador cayó al agua. Juan lo vio, pero no podía hacer nada por él. Sus compañeros intentaron rescatarlo, pero todo cuanto estaba a su alcance era insuficiente. De repente, cuando todos pensaban que ya no se salvaría, a Juan le pareció divisar una silueta bajo las olas. Estaba convencido de que era una sirena que ayudó al pescador a llegar a la orilla. Después desapareció.

       Su imagen se le quedó grabada en la memoria. Desde entonces quiso ser como aquella sirena: ágil y rápido como el viento, más fuerte que las olas rompiendo contra los acantilados. Lo que deseaba era ayudar a la gente que se encontraba en peligro.

       Cuando alcanzó la mayoría de edad, Juan se fue para aprender a ser guardacostas. Fue el primero de su promoción. Sin embargo, eso a él no le importaba. Lo único que quería era poner en práctica todo lo que sabía y ayudar a los náufragos.

       Se casó, aunque nunca llegó a amar a su esposa. La única mujer que ocupaba su cabeza y su corazón era la sirena. No se lo dijo jamás a nadie, pero soñaba cada noche con el reencuentro. Sabía que algún día llegaría ese momento. Al cabo de quince años, su mujer se marchó de casa.

       Juan se entregaba en cuerpo y alma en todos los rescates. No siempre había conseguido salvar a todos los náufragos, pero eso no le hacía perder su valentía y determinación. Era el mejor y sus compañeros lo sabían. Fuera del mar se sentía desplazado en un mundo del cual se había ido separando lentamente.

       Sonó la bocina que anunciaba que el helicóptero iba a partir. Juan echó un último vistazo a su alrededor mientras se despedía de todo lo que había formado parte de su vida. No volvería nunca más a aquel lugar.

       Subió al helicóptero, se abrochó el cinturón y, por fin, despegó. Se le hizo un nudo en la garganta, como si tuviera la sensación de que algo extraño iba a suceder.

       Tardó casi una hora en llegar al lugar del naufragio. A duras penas consiguió salvar la vida de los pescadores. Incluso la suya estuvo en peligro, pues la cuerda estuvo a punto de romperse.

       Cuando el helicóptero se disponía a volver a la base, Juan descubrió una silueta en el oscuro océano. Su sirena había vuelto y esta vez no estaba dispuesto a dejarla escapar. Sin pensárselo dos veces, saltó en busca de su amada. Los demás, mientras Juan desparecía en la altura, pensaron que quería suicidarse. Poco después desapareció en el inmenso y mágico océano.