X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

El reflejo

Fermín Polaina, 16 años

                  Colegio Tabladilla (Sevilla)  

Miré hacia la ventana buscando alguna inspiración tras el cristal. Nada. Pájaros que surcaban el cielo, unos pocos coches e, incluso, un hombre que limpiaba los cristales del edificio de en frente, que a punto estuvo de colarse por el vano de una ventana. Pero nada de aquello me ofrecía un tema sobre el que escribir.

Sobre mi mesa había un sinfín de fotografías. Otras tantas brillaban en la pantalla del ordenador. Y tenía lápices y bolígrafos de todos los colores, incluso un libro abierto por una página inspiradora, pero sobre tantas cosas destacaba un folio virgen que me gritaba sin sonidos que yo me había quedado “en blanco”. De hecho, notaba el peso de aquella hoja de papel.

Vibró el móvil en mi bolsillo. ¿Por qué los miembros de mi grupo no me enviaban alguna ocurrencia de calidad? Con sus aportaciones, tan tontas, sólo podría llenar dos o tres líneas.

Volví a mirar a la ventana. Ninguna musa soplaba. Mi reflejo me miraba confuso desde el vidrio, sin saber por qué no escribía, aunque si él me hubiera preguntado, yo tampoco habría sabido responderle.

El móvil vibro de nuevo haciendo que quitara la vista de mis ojos para ponerla en el folio en blanco y devolverla al reflejo. Algo había en el reflejo que me servía para emprender una historia. Pero, ¿qué historia? Y lo más importante, ¿Sobre qué?

De nuevo miré el reflejo mientras cogía el móvil y leía los mensajes que habían ido llegado.

Me levanté y me vestí dispuesto a salir a la calle. Apenas tardé unos minutos. Cuando ya había recogido todo lo necesario, miré al folio por última vez y garabateé una mancha furiosa con el dedo.

Se fue cerrando la puerta detrás de mí. En la ventana quedo el reflejo, que se puso a escribir.