XXI Edición
Curso 2024 - 2025
El sabor de
las despedidas
Érika Pardo, 14 años
Colegio Iale (Valencia)
¿A qué saben las despedidas? ¿A una sola cosa o a mil? ¿Depende de a quién despidamos? ¿Son dulces o saladas? ¿Ácidas o amargas? Nora lo tiene más claro que el agua.
El 22 de julio de 2023 cambió de centro hípico para empezar una nueva etapa como jinete. Allí conoció a la que se iba a convertir en su compañera de aventuras y experiencias: India, una yegua de la escuela, torda y baja de alzada que le ofrecieron a para que puliera sus habilidades. Era un animal dócil, leal y que sabía comportarse.
Con aquel caballo empezó a saltar obstáculos, hasta superar alturas que Nora jamás había imaginado. Juntas empezaron a competir en concursos. Los espectadores, los jueces e incluso la pista desaparecían mientras se entregaban al recorrido. Pero con el tiempo India empezó a quedarse atrás. No tenía la misma energía y vitalidad de cuando se conocieron. Parecía cansada, sin ganas de trabajar. Como caballo de escuela la montaban muchos niños con ganas de aprender, y eso agotó sus fuerzas. Dejó de entregarse plenamente a Nora, que tuvo que tomar una decisión difícil: dejarla descansar. La yegua lo tenía bien merecido.
El aire tenía un dulzor melancólico. Cada beso, cada abrazo, cada caricia eran un recuerdo de aquel binomio que parecía perfecto. El suave roce del hocico de India contra su mano, le traía un toque amargo, como si la conexión entre ambas compartiera el peso de la despedida. Era un gesto sencillo y cargado de significado: un último adiós.
Cierto regusto ácido se instaló en la garganta de Nora. La nostalgia se mezclaba con el vacío de una despedida que nunca hubiera querido que llegara. Aunque la yegua no era suya, se había encariñado con el animal, así que las lágrimas rodaron por sus mejillas cuando India se dio la vuelta y comenzó a alejarse por el picadero. La niña admitió, por fin, que no volverían a disfrutar juntas. Le dolía comprobar que algunos lazos afectivos, por más fuertes que sean, deben deshacerse.
Volvería a visitarla, aunque no como amazona, no como compañera de deporte, sino como vieja amiga. Nora había aprendido que las despedidas, aunque saben a mil cosas a la vez, dejan la certeza de que lo vivido es un regalo. Por eso, cada vez que India se marchaba de su alcance, intuía que lo que realmente importa nunca se pierde.
Desde entonces, cuando piensa en despedidas, Nora sonríe, pues son capítulos para ser recordados.