X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

El último paseo

Marta Pujol, 14 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

La noche que me visitó la muerte aún no estaba preparado. Apareció por sorpresa, llenando todos los rincones de la habitación con su frío. Aterrado, contemplé cómo se acercaba y me tendía una mano blanca como la nieve.

-Acompáñame, Antonio. He venido a buscarte.

Pronunció estas palabras pausadamente, en un pretendido tono tranquilizador. Yo, por el contrario, me sentí desesperado porque mi existencia fuera a acabar tan de pronto.

La muerte se percató de mi estado de angustia y dijo:

-No temas. Vamos a dar un paseo y charlamos un poco. Todo será muy rápido, ya lo verás.

El tono de su voz y su expresión serena me calmaron un poco. Salimos fuera y anduvimos por las desiertas calles del pueblo. Al principio nos limitamos a guardar silencio, pero enseguida empezamos a hablar como si fuéramos viejos amigos. Le relaté las anécdotas que habían marcado mi vida y le confesé todo lo que me habría gustado hacer y no había podido cumplir. Ella me escuchaba con atención, sin interrumpirme. Supongo que respetaba mi verborrea porque, al fin y al cabo, iba a ser mi última conversación.

Cuando regresábamos a casa, tomó mi mano. Yo estaba extrañamente tranquilo. Me preguntó:

-¿Ya estás preparado?

Dudé:

-Aún me queda hacer una última cosa. Después podré marcharme contigo.

* * *

La noticia se extendió por todo el pueblo como la pólvora: el señor Antonio había fallecido esa noche. Muchos lloraban la pérdida de aquel hombre, en especial su hijo Jaime, al que le dolía la enemistad que había surgido con su padre años atrás.

Después del entierro, Jaime encontró un papel en su buzón. Al desdoblarlo se encontró con las últimas palabras de su padre, escritas de su puño y letra: <<Perdóname>>.