V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

El verdadero amor

María Quero Coca, 18 años

                  Colegio Zalima (Córdoba)  

Un maestro se encontró con un grupo de jóvenes que discutía sobre las desventajas del matrimonio. Argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las relaciones sentimentales y que es preferible acabar con la relación cuando ésta se apaga, en lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio. El maestro les pidió permiso para relatarles lo siguiente:

<<Mis padres vivieron cincuenta y cinco años felizmente casados. Una mañana, mi madre bajaba las escaleras para prepararle a mi padre el desayuno, cuando sufrió un infarto. Él la alcanzó, la levantó y, casi a rastras, la subió a la camioneta para llevarla a toda velocidad al hospital. Cuando llegó, por desgracia, había fallecido.

>>Durante la primera noche, ninguno de sus hijos nos atrevimos a mediar palabra. Un día después, después del velatorio y del entierro, nos reunimos con él para, en un ambiente de dolor y nostalgia, recordar anécdotas familiares.

>>Mi hermano mayor comenzó a hablar de la vida después de la muerte, a preguntarse cómo y dónde estaría ella. Mi padre, que escuchaba con atención, de pronto silencio:

>>-Llevadme al cementerio –nos exigió.

>>-¡Papá…! –le respondimos a una- ¡…Son las once de la noche! No podemos ir al cementerio ahora.

>>Pero él alzó la voz y, con una mirada rigurosa, objetó:

>>-No discutáis conmigo. Nadie discute con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa durante cincuenta y cinco años…

>>Fuimos al cementerio del pueblo y pedimos permiso al enterrador para abrir las puertas del camposanto. Con la ayuda de una linterna, llegamos hasta la lápida. Mi padre la acarició, lloró y nos dijo:

>>-Fueron cincuenta y cinco buenos años… Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer como vuestra madre -hizo una pausa y se limpió la cara-. Ella no me abandonó cuando me quedé sin empleo, sino que fue capaz de preparar el equipaje de toda la familia para acompañarme en la búsqueda de una nueva oportunidad, en otra ciudad. Con los años disfrutamos de la alegría de ver cómo finalizabais vuestras carreras universitarias. Y, entre tanto, lloramos juntos en la muerte de seres queridos, rezamos en la sala de espera de algunos hospitales, festejamos cada Navidad, aprendimos a perdonar nuestros errores... Ahora que ella ha muerto, estoy contento. ¿Sabéis por qué? Porque se fue antes que yo. No tuvo que vivir el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. La amo tanto que no que no me hubiera gustado que sufriera.

>>Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado en lágrimas. Lo abrazamos, y él nos consoló:

>>-Todo está bien. Podemos irnos a casa.

>>Esa noche entendimos lo que es el verdadero amor, que habla de la veneración que se profesan dos personas realmente comprometidas>>.

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes no pudieron rebatirle.