III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

El vuelo de la gaviota

Nuria Hernández, 15 años

                  Colegio Guadalaviar (Valencia)  

       Hoy una gaviota que volaba alto descendió de improviso y planeó, rozando el suelo. Rápidamente batió las alas y recuperó altura, elevándose al azul infinito.

       Mi mente, apenas sin darse cuenta, asoció esta escena con la vida de cada persona, de la mía propia. A veces caemos al suelo (a la realidad) desde una distancia considerable. Es posible que físicamente no nos hagamos daño, pero es bueno recordar que el peor dolor nunca fue el físico, sino la herida que nos queda dentro y que no es fácil averiguar si se ha cerrado. Aún así, el ser humano está hecho de un material maleable: al poco tiempo volvemos a levantarnos y continuamos nuestro vuelo, al igual que la gaviota.

       Nuestras caídas tienen mucho que ver con nuestra naturaleza. Tenemos tendencia a soñar, a imaginar, a planear un futuro distinto... Pero no siempre la vida nos corresponde con lo que queremos. Lo importante, entonces, es descubrir que la existencia es un camino que nos fortifica a medida que avanzamos sobre él. Que no encontremos lo que creíamos buscar no significa que no vayamos a descubrir lo que nos hace felices.

       Tener sueños, elevar los pies del suelo de vez en cuando, puede hacernos sonreír, despertar nuevas ansias y, sobretodo, aprender. Cada día trae tantas sorpresas que nunca se es demasiado viejo para aprender.

       Es bueno recuperar la inocencia de cuando éramos niños, rescatar sueños y esperanzas. Hay que extender nuestros pensamientos como si fueran alas, aunque sólo sea durante un segundo. Juguemos a volar...