X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

En busca de la inspiración

Berta Cervilla, 15 años

                 Colegio Monaita (Granada)  

Se frotó los ojos, frustrado. Llevaba más de dos horas frente a la pantalla del ordenador. Había apagado el móvil, bajado las persianas y cerrado la puerta con llave para evitar posibles distracciones. A pesar de todas las medidas que había tomado, su mente seguía en blanco.

Suspiró por enésima vez, pues las palabras que tanto necesitaba no acudían a sus dedos. Daba igual que cerrase los ojos o que mirase fijamente la pantalla en blanco: nada. Debía entregar un borrador de su próxima novela dentro de poco tiempo y seguía sin tener siquiera una frase con la que darle comienzo.

Por su mente volaban imágenes de hadas, duendes, sirenas, hombres lobo, brujas y miles de criaturas fantásticas, pero a la hora de describirlas sus siluetas se volvía translúcidas y desaparecían.

A él le gustaba hacer bien su trabajo, tomarse su tiempo para, al final, obtener un resultado satisfactorio. Sin embargo, aquella era la primera vez que estaba planteándose dejarlo por imposible.

En un arrebato de ira, se levantó, se puso la chaqueta y salió a la calle. Era una tarde de otoño. La brisa acarició su rostro mientras se dirigía hacia su cafetería preferida, no muy lejos de allí.

La campanilla de la puerta tintineó, avisando de su llegada. Un aroma a café recién hecho y a bizcocho le inundó los sentidos. Tomó asiento en su sitio habitual, junto a la ventana. Pidió lo de siempre y esperó.

Anhelaba que su mente confundida le diese la clave para seguir escribiendo y poder rellenar aquellas hojas en blanco.

Volvió a suspirar, derrotado, cuando la puerta tintineó de nuevo. Una mujer joven entró mientras se quitaba una gruesa bufanda. Sus ojos se encontraron. Por un instante el escritor sintió que estaban ellos dos solos, pues todo cuanto los rodeaba se difuminaba. Su corazón comenzó a latir fuertemente.

-Cuanto tiempo, Daniel -dijo la mujer tomando asiento junto a él.

El hombre asintió, conteniendo la voz. Había pasado más de un año desde que ella se marchó. Recordó vívidos recuerdos: cuando ella hizo las maletas, cuando le dio la espalda al subir a un avión.

-¿Cuánto tiempo piensas quedarte? -le preguntó con un hilo de voz.

La mujer sonrió con dulzura mientras lo cogía de la mano.

-No pienso marcharme.

Así descubrió que las mejores historias no salen de mundos imaginarios sino de lugares cotidianos, como una cafetería, donde puedes convertirte en el protagonista de una de las mejores historias, como aquella en la que el amor regresa para quedarse a tu lado.