VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

En la sala de espera

Beatriz Torrellas Darvas, 17 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

Raúl acompañó a Miriam hasta la entrada del imponente edificio blanco, pero allí se despidió de ella con un beso y una sonrisa de ánimo.

-Venga, cariño. Te has preparado muy bien; vas a triunfar.

Miriam le miró con una sonrisa nerviosa y volvieron a abrazarse.

-Gracias por haberme ayudado. ¡Deséame suerte!

Miriam subió las escaleras y entró en la recepción. Después de dar su documentación, le hicieron pasar a la sala de espera. La habitación estaba llena de gente y eso le trajo de vuelta el nerviosismo que creía haber perdido hacía unos minutos. Se sentó en una butaca vacía, al lado de una señora que miraba hacia el frente y movía sus labios, repitiendo el temario que todos se habían tenido que memorizar.

Las oposiciones para notario no eran fáciles. Miriam llevaba siete años estudiándolas. Sintiéndose insegura, sacó sus apuntes del bolso y pensó cuál era el tema que se le daba peor, para darle una última repasada. Manoseó una y otra vez las hojas de papel sin decidirse. Y finalmente decidió dejarlas a un lado.

Respiró hondo. No podía permitirse el lujo de sentirse nerviosa en un momento como aquel. Necesitaría de todo su autodominio y de aún más para presentarse delante del jurado. Cerró los ojos con fuerza y pensó en su marido. No podía defraudarle. Luego pensó en su padre, que estaba emocionado de que su hija hubiese escogido su misma profesión, y sintió que tampoco a él podía desilusionarlo. Pero, en contra de lo que ella creía, estos pensamientos empezaron a ponerla más nerviosa de lo que ya estaba. ¿Y si no aprobaba?

Frunció el ceño y se volvió a repetir la misma pregunta. ¿Qué pasaría si no aprobaba el examen? La respuesta vino como un bálsamo que acabó por calmarla: nada. No pasaría nada. Su marido, su padre y todos sus amigos la querrían igual.

Con esta seguridad grabada a fuego en su mente, vio desde una perspectiva totalmente distinta el reto que le esperaba. Se acabó de relajar y guardó sus apuntes en el bolso. Justo en ese momento, una secretaria abrió la puerta de la sala. Todos giraron su mirada hacia ella y esperaron en silencio.

-Miriam Coll de Finisterra. Eres la siguiente.