II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

En tí confío

Inés Canals Pou, 16 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

                                                                                                                                                                                                                     12 de octubre, 1939

     Querido Gabriel:

     No te imaginas cómo ha cambiado mi vida en tan solo unas semanas. Recuerdo nuestra casa, el calor de la hoguera en la chimenea, el olor a comida recién hecha y los alegres gritos de mis niños al jugar.

     Mas nada de eso queda; aquí no hay más lumbre que la de las velas, no hay más calor que el de la esperanza, cada vez más débil, no hay más ruido que el de las bombas que caen a nuestro alrededor y hacen temblar el sótano en el que nos encontramos dos de mis hijos, yo y veinte personas más. Todas buscamos una paz que en la vida ya no llegará.

     Te debe extrañar que solo estemos tres, cuando al salir de la ciudad íbamos Sofía (mi mujer), mis cinco hijos (Daniel, Dina, Sará, Moshé, Meir y Jaim) y yo. Siete personas de las cuales cuatro duermen eternamente.

     No puedo expresar el dolor que sentí al ver la muerte en su mirada, más su expresión de paz me hizo alegrarme porque ya no sufrirán más.

     Siento no haberte enviado antes noticias nuestras, pero fue difícil encontrar papel, tinta y camiones de transporte, así que, junto con mis dos hijos, te envío el único dinero que tengo para que les des el calor del hogar que hace tanto tiempo les falta.

     Si preguntan por su madre, diles que era una santa y que siempre estará con ellos. Si preguntan por sus hermanos, diles que eran grandes personas en el pequeño cuerpo de un niño. Y si preguntan por mí, si es que yo no vuelvo, diles que era quien más les quería, que me hice soldado para calmar así la pena de no tenerles a mi lado, y que encontré la muerte en manos alemanas.

     Y cuando los tiempos vuelvan ha ser buenos, si es que lo son alguna vez, diles que se sientan orgullosos de su elección divina, pues yo solo espero el día en el que digamos orgullosos y alegres: “Soy judío”.

     Siempre tuyo,

     Mijael