V Edición
Curso 2008 - 2009
Enemistad
Marta Echániz, 15 años
Colegio Ayalde (Bilbao)
A Macarena no le gustaba el colegio. Todos los niños se reían de ella, y eso le hacía sentir sola y triste. En el fondo, siempre había sido una persona incomprendida, aficionada a leer y poco sociable. Por eso se ganó enemistades, haciéndole sentir menospreciada.
No podía aguantar más y, a hurtadillas, salió del recinto del colegio en un momento del recreo y corrió calle abajo, sintiéndose libre de su prisión. Tras unos momentos de placentera felicidad, se dio cuenta de que sus padres estaban trabajando y que no podía ir a casa, así que recurrió a su refugio: La Casa del libro, dónde podía pasar las tardes observando libros.
Con una sonrisa dibujada en su menudo rostro entró en la espaciosa tienda. Los ojos de Macarena brillaron de júbilo. Empezó por la sección juvenil, toqueteando discretamente las portadas, olfateándolos, intentando apreciar los distintos materiales que habrían empleado en ellos: tapas duras, otras con un leve relieve en el título o atrayentes por su sobrecargada decoración. Finalmente se centró en aquellos que le hablaban de aventuras, acción y romances. Exultante, intentó creer que llegaría el día en el que ella escribiría con habilidad y que la gente -como ella en aquellos instantes- destinaría horas y horas a leer sus novelas.
Sin embargo, una chillona voz la sacó de sus pensamientos, sobresaltándola. Asomó la cabeza por la estantería en la que se hallaba escondida y localizó de dónde provenía aquella desagradable voz. Era de una niña que llevaba en su regazo varios libros y que se hallaba en frente de la dependienta, con la que hablaba con entusiasmo. Macarena la reconoció al instante: era Rebeca, una compañera de clase, de carácter susceptible y quisquilloso, que siempre que veía a Macarena hacía un gesto de asco.
Macarena, con la intención de pasar desapercibida, se tapó la cara como si estuviese leyendo.
-¡No me lo puedo creer! Tu sexto libro esta semana...-elogió la dependienta a Rebeca.
-Sí -respondió orgullosa -me encanta leer. Desde siempre me ha gustado.
Macarena abrió la boca, ya que uno de los motivos de su impopularidad era la lectura. Saber a ciencia cierta que tenía a una chica de su misma clase que también compartía esa desacreditada afición, le hizo sentirse reconfortada. No sólo eso; Macarena llegó a pensar que tendría por fin una amiga con la que poder charlar.
Sin embargo, una voz maquiavélica sonó en su mente, haciéndola estremecerse:
<<Rebeca no va a hacerte caso, Macarena. Lleva todos estos años tratándote mal. No creo que eso cambie porque tengáis algo en común>>.
Hizo un esfuerzo por reprimir sus lágrimas.
<<Cuenta a todo el mundo lo que hoy has descubierto, que Rebeca es una hipócrita que intenta hacerse pasar por una persona que en realidad no es>>.
No. No iba a hacer eso. Primero intentaría ser su amiga, y en caso de que fuese desagradable con ella desvelaría su secreto. Y con este propósito se fue acercando a la caja registradora. Rebeca la distinguió y la miró, aterrada.
-¿Qué haces aquí?
-Lo mismo que tú -sonrió Macarena -curiosear entre libros.
-A mí no me gusta leer -se justificó.
Macarena esbozó una sonrisa aún más amplia. Miró sin ningún disimulo los ejemplares que sujetaba y alzó furtivamente la ceja.
-Entonces no te preocupará que diga por todo el colegio que te he encontrado en La Casa del Libro, ¿verdad?
La incomodidad de Rebeca se difuminó, dando paso al recelo y el malhumor.
-¿Qué quieres? -gruñó.
-Que me digas la verdad. Y que dejes de tratarme mal en el colegio.
Rebeca entornó los ojos y suspiró.
-Mira, desde siempre me ha gustado leer. Me encanta leer. Pero tú no me gustas -arrugó la nariz-. Así que, de ahora en adelante, sólo te ignoraré. ¿Contenta?
Macarena no estaba satisfecha. Observó resignada que aquella niña impertinente se ponía a la cola para pagar, ignorándola.
Al día siguiente, Macarena sufrió de nuevo burlas y desprecios. Nicolás, un desagradable chaval, la señalaba mientras le insultaba y pegaba puntapiés, animado por sus compañeros, que aplaudían cruelmente. Pero de pronto escuchó entre la multitud una voz serena:
-¡Dejadla en paz!
Se trataba de Rebeca, quién sin cruzar una mirada con Macarena se había alzado frente a Nicolás. Nicolás desistió al instante: Rebeca tenía fama de ser muy fuerte. Cuando el corro de niños empezó a disolverse, Macarena no sabía qué decirle. Rebeca había dado la cara por ella, aunque el día anterior le había tratado muy duramente.Sin preguntarse más por el motivo de ese cambio, Macarena musitó:
-Gracias.
-No hay de qué -respondió Rebeca.