XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Entre rejas 

Andrea Martínez-Vares, 16 años

Colegio Entreolivos (Sevilla)

Una profesora a la que le guardo mucho cariño nos dijo hace unos años: <<Tenéis que aprender a aburriros.>> En ese momento, sus palabras me dejaron indiferente. Sin embargo, con el paso del tiempo he comprendido el mensaje que pretendía transmitirnos: estamos tan inmersos en nuestro mundo, que no conocemos otros y tampoco nos interesamos en buscarlos, porque las pantallas no nos dejan ver más allá. Las nuevas tecnologías nos empujan a quedarnos en una zona de confort. Por eso nos sentimos cómodos allí donde nuestras dudas se disipan, donde pensar no está requerido y donde no es necesario hacer el más mínimo esfuerzo intelectual.

Ya no hace falta ir al kiosco para comprar el periódico, ni al videoclub para alquilar una película o a la librería para adquirir un libro. Todo está a tiro de piedra o, mejor dicho, a golpe de click. Aquello que nos apetece lo podemos tener sin necesidad de levantarnos del sofá. Y aunque resulte agradable, nos está generando un problema muy grave, pues creemos que todo se consigue en un instante.

Nos gusta el ruido, la fiesta, el alboroto y, por el contrario, detestamos el silencio, la soledad, el sosiego. El silencio es sinónimo de quedarte a solas, de tener que reflexionar sobre lo que ocurre alrededor y, especialmente, de cavilar acerca de lo que pasa en el interior. Andamos como “pollos sin cabeza” porque no nos detenemos a ponderar ni siquiera hacia dónde vamos y a dónde queremos llegar. Claro que resulta casi imposible pensar si antes no acallamos el bullicio del exterior.

En el mensaje de mi profesora acerca del aburrimiento veo una invitación a salir de uno mismo, a abandonar la jaula en la que estamos metidos, a utilizar con cabeza el móvil y otros dispositivos. Si mi generación no conoce el aburrimiento es porque encuentra su cura en las aplicaciones del teléfono. Sin embargo, qué bonito es vencer ese aburrimiento leyendo un libro, cocinando, meditando, charlando con alguien especial. Pensar nos hace libres y nosotros nos empeñamos en seguir entre rejas.