XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

¿Es un jefe un verdadero líder?

Jaime Alonso, 14 años

Colegio El Prado (Madrid) 

¿Qué tuvieron en común Gandhi y Hitler? Aunque fueron líderes para millones de personas, lo único que les une fue su capacidad para movilizar a los ciudadanos de sus respectivos países.

Mohandas Karamchand Gandhi nació en 1869 y murió asesinado en 1948. Fue abogado, político y, sobre todo, un guía que movió a las multitudes hacia una lucha pacífica que contribuyó a la proclamación de una India independiente.

Adolf Hitler también fue un gran jefe de masas que daba órdenes tajantes en discursos ovacionados por la multitud, pero generaba terror entre los suyos. Mediante un mecanismo salvaje se lanzó a la conquista militar de medio mundo, al tiempo que aplicaba el más feroz de los genocidios.

No he coincidido en el tiempo con ninguno de los dos, pero si Ghandi es un ejemplo a seguir, Hitler es todo lo contrario. Me interesa Mahatma Gandhi porque sentía pasión por las personas, pasión por ayudar y servir a los demás.

Existe una tendencia a considerar que un buen jefe debe ser un líder, pero en realidad son dos perfiles distintos que no necesariamente tienen que estar unidos.

Un jefe es aquel que tiene el poder para ejercer su autoridad sobre un grupo de personas con el objeto de cumplir una misión. Es el caso del director de una empresa, del jefe de sección en un hospital y, llegado el caso, de un padre o una madre en el entorno familiar. De un buen jefe se espera que ponga objetivos, los priorice, coordine las actividades y diga a cada persona lo que tiene que hacer. Pero para ser líder es necesario dar un paso más.

Me gusta poner el ejemplo de un capitán en un equipo de fútbol; no basta con llevar un brazalete, sino que debe animar a los jugadores en los momentos difíciles, y para lograrlo tiene que pensar en los demás antes que en sí mismo, en el bien del equipo antes que en su persona.

Un buen líder no necesita tener poder sobre las personas para que le sigan; es capaz de motivar al grupo para que, de forma natural, cumplan sus obligaciones. Nunca impondrá una solución basándose en su autoridad, sino que buscará convencer desde la confianza, nunca desde el temor. Se ganará el respeto para sacar lo mejor de cada persona, motivando a su equipo para que todos se sientan importantes y sean conscientes de su contribución.

Hace unos años, mi entrenador de fútbol, que es como un hermano para mí, me contó que su padre había fallecido cuando él tenía trece años. Repitió curso dos veces, dejó de salir con sus amigos, abandonó el deporte… hasta que entendió que estaba tirando su vida por la borda. A los dieciséis años retomó el fútbol, aprobó bachillerato y estudió Derecho. Hoy es profesor de niños con problemas familiares. Además, por las noches entrena en mi colegio y hace amigos allá donde va. Para mí eso es un ejemplo de un verdadero líder.

El tiempo de las órdenes sin explicación ya ha pasado. Es el momento de trabajar en común, de manera que todos demos lo mejor de nosotros mismos.