II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Esa extraña sensación

Inés Canals Pou, 16 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

     -Doctor, ayer lo volví a notar.

      -¿Otra vez?

      -Me temo que sí. Y cada vez es más a menudo.

      -Dígame -guarda silencio mientras escribe en su abultada libreta-, ¿fue de nuevo junto a la ventana?

      -Sí…Pero fue tan extraño esta vez.

      -Descríbamelo de nuevo, por favor. No quisiera que olvidara ningún detalle.

      -Me encontraba junto a la ventana que da al parque, sentada en la mecedora de siempre, y de pronto apareció.

      -¿Quién? -pregunta el médico.

      -Pues eso..., la sensación. Ese cosquilleo en el estómago, acompañado de un extraño pinchazo en el pecho y unas inevitables ganas de sonreír.

     El galeno la mira seriamente

     -¿Bebe usted?

     -¡No, por Dios! -exclama la mujer con gesto ofendido

      -¿Fuma?

      -Tampoco. Bueno, miento. Cae algún que otro cigarrillo, pero nada fuera de lo común.

      -¿Toma algún tipo de medicamento?

      -¿Será eso? Ayer tomé una pastilla para dormir, pues últimamente sufro algo de insomnio.

      -Entiendo -apunta algo en su libreta-. ¿Hace ejercicio?

      -Sí. Corro por el parque.

      -¿Va usted sola?

      -Suele haber otra gente corriendo. Por ejemplo, un chico un año o dos mayor que yo que…¡Ay, doctor, ahora!

      -¿Ahora...?¿Qué le ocurre?

      -¡La sensación! Parece que el corazón se me va a salir de pecho, pero aún así no puedo evitar sonreír. Y le prometo que hoy no me he fumado ningún cigarrillo.

     El médico la contempla por unos instantes y de pronto sonríe. Cierra su libreta y empieza a recoger sus papeles.

     -Señora -mira a su paciente-. Señorita, quiero decir... Usted sufre el mal más común e incierto de todos los tiempos. El mal que causa malos poetas, que hace reír a los vivos y estremecer a los muertos. Tal vez sea al revés, o tal vez las dos cosas a la vez. ¿Quién sabe? –pareció confundido-.

     Es un mal maravillosamente doloroso, difícilmente descriptible e irremediable.

     -¡Madre mía! Entonces, no tiene curación.

     -Sólo cabe recetarle un poco de tiempo. Cuando es falso, dura apenas unos meses. Pero si es verdadero, sentirá sus efectos durante toda la vida. No es que sea incurable, sino que su única cura consiste en dejarse llevar por él.

     La joven parpadea confusa.

     -¿Y qué es lo que tengo, doctor?

     -Mal de amor.