VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Esfuerzo

Álvaro Bravo, 16 años

                 Colegio Mulhacén (Granada)  

Parece que algunos valores humanos son tabú entre la juventud de hoy. Todo aquello que rodea al esfuerzo: la constancia, el trabajo, la superación, la entrega…, ha sido cargado de connotaciones negativas, como si los jóvenes sólo pudiéramos responder ante cada reto con lo más negativo de nuestro lenguaje: rollo, muermo, tostón… Quizás sea hora de reivindicar el hecho incontestable de que todo aquello que merece la pena, cuesta. Y que el hombre es capaz de todo lo que se propone con el ingrediente del esfuerzo.

Nuestro mundo está repleto de inventos que nos hacen la vida más cómoda y sencilla. El problema es que todas estas facilidades nos están empujando inevitablemente a la ley del mínimo esfuerzo, a sentir miedo de todo aquello que cuesta, como es la aplicación de los valores humanos a nuestro día a día. Pero todos tenemos alguna experiencia de lo beneficioso que resulta coronar una meta después de habernos dejado la piel en el intento.

Los hábitos se consiguen repitiendo las acciones buenas una y otra vez. Aunque, por otra parte, resulta imposible desarrollarlos si, por ejemplo, tenemos una cocinera personal en casa que siempre está a nuestro servicio o si consideramos a nuestra madre como a una asistenta que trabaja las veinticuatro horas del día para nosotros. Esta es una de las principales causas por las que los jóvenes nos aburguesamos: la poca colaboración que prestamos a las tareas domésticas que, muchas veces, señalan a los padres como culpables. Las conductas que presentan las series de televisión tampoco sirven de ayuda. Retratan a los actores como gente feliz que no mueven ni un dedo. Por último, las administraciones públicas promueven leyes y medidas que exijen menos esfuerzo por nuestra parte a la hora de buscar empleo o seguir estudiando, cortando el desarrollo del potencial de muchos adolescentes.

La juventud está adquiriendo un carácter quejica y débil en cuanto se le sube un poco el listón o se le exige hacer algún sacrificio por encima de lo normal. Sin embargo, todos hemos experimentado la satisfacción que produce una acción bien hecha (un proyecto, una comida, un cuadro, un exámen, un partido…) Son los medios que empleamos para recorrerlo lo que nos fortalece y engrandece, y no la meta, que por sí misma carece de significado. Si todo lo pudiéramos conseguir al instante y con un simple chasquido de dedos, seríamos perfectos. Pero podemos aspirar a esa perfección si cada vez ponemos más empeño y dedicación en las codas diarias y nos marcamos metas que ir cumpliendo poco a poco con los ojos clavados en el futuro.