VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Esperanzas

Belén Meneu, 16 años

                Colegio IALE (Valencia)  

El bulevar estaba en calma y tenuemente iluminado por varias farolas que despedían motas de luz anaranjada, por lo que mirando hacia el mar solo se veía un abismo de oscuridad marcado por el reflejo de una luna llena.

El dulce rumor de las olas acompañaba sus pensamientos, acunándolos mientras su mente divagaba entre mundos desconocidos y vagamente fantasiosos.

Era verano, pero era uno muy diferente a todos los que llevaba vividos. El aire entraba en sus pulmones dejando tras de sí una estela marina y una sensación irritante. Como de costumbre desde hacía años, se sentía desprotegido, y aunque sus amigos ya se habían acostumbrado a su forma de actuar, era un alivio estar solo y dejar de intentar fingir.

Pensaba que tras todo este tiempo sin verla ni hablar con ella, el dolor se habría disipado, esfumado como humo. Pero no, ahí seguía. En estos casos, cuando la recordaba, debía luchar por ponerse la coraza, un escudo que le separaba del resto del mundo. Era muy difícil, ya que cada pequeña acción u objeto encontrado en el camino le hacía pensar en ella.

Pero tras todos estos años parecía que iba a tener que protegerse más que nunca o, simplemente, dejar salir sus emociones (aún no lo había decidido), ya que iba a reencontrarse con la causa de todo su sufrimiento.

Ya desde hacía tiempo Luis no mostraba su permanente sonrisa o el mínimo destello de felicidad. Aún así, seguían teniendo un fuerte poder hipnotizador, como si atara entorno a quien se sometía a su mirada unas grandes cuerdas invisibles que no le dejaran ni moverse ni apartar la vista de él.

* * *

Creía haberme acostumbrado, incluso olvidado el efecto que Luis tenía sobre mí. Habría sido demasiado pedir. En su lugar era como si simplemente hubiera girado la cabeza y vuelto de nuevo hacia él, que hubieran pasado apenas segundos y no años desde la última vez que nos vimos. Al mirarlo, el mismo sentimiento pasado me volvía a golpear como una ola indestructible que no deja nada a su paso, solo desnudez. Otra vez él era lo único que inundaba mi mente. Él y la duda. La duda de saber si algún día podría dejar de amarlo.

Hoy nos volvíamos a encontrar.