VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Estos ojos no son míos

Marisa Sánchez Adán, 17 años

                 Colegio Guadalimar (Jaén)  

No podía dejar de mirar atónita mi reflejo.

Ese día me desperté con una extraña sensación. Sentía como si no fuese la misma. Como si una parte de mí hubiese cambiado sin darme cuenta. Mi sorpresa llegó cuando, embobada ante el espejo, observé asombrada el color de mis ojos. No eran como todas las mañanas, no… No eran los mismos ojos pardos de siempre, marrones, tostados, a veces con un matiz verde… No. Parpadeé unas cuantas veces, e incluso me miré en otros espejos, pero el caso era cierto. Aquella mañana mis ojos eran azules sin saber por qué.

De repente un escalofrío empezó a recorrer mi cuerpo. Me detuve para observar cada detalle de mis dos nuevas sorpresas. Y no podía apartar la mirada de mí misma, de esos ojos azules intentos envueltos en un mar de pestañas negras. Eran preciosos.

Otro escalofrío. Los recuerdos se apoderaban de mí. Me di cuenta de que había perdido la noción del tiempo y dejé mi nube azul para pensar qué día y qué hora era. Aterrorizada, retrocedí varios pasos y sólo pude pensar:

<<Hoy hace un año de su muerte…>>

Entonces comprendí que esos ojos no eran míos.

No entendía nada, pero me propuse a seguir con mi rutina. Aquel día pregunté a todo el mundo por el color de mis ojos. Pero, asombrosamente, nadie notaba el cambio. Acto seguido sacaba mi espejo de mano. Mis ojos seguían siendo azules. ¿Es que estaba volviéndome loca? ¿Acaso era un milagro?

Llegué a casa sofocada y me puse a buscar mi cajita de los recuerdos. Saqué fotos que hacía tiempo no miraba, fotos suyas. Era espantoso; casi le había olvidado. Con las manos temblorosas comparé mis ojos con los de la foto. Idénticos. Me quedé sin palabras. ¿Cómo me pude despertar con sus ojos? Pasé días, semanas, meses sin comprenderlo. Creía que estaba loca.

Aún hoy sigo viendo mis ojos de color azul. Sigo viendo sus ojos en el espejo. Y creo que empiezo a entender. Puede que sea un milagro. No lo sé. Pero él quiere que le recuerde siempre. Quizá se alarmó cuando supo que le estaba olvidando y entonces me mandó este “recordatorio”, justo un año después de su ida. El cómo y el por qué no me interesan.

Los seres humanos albergamos infinitos recuerdos en nuestro interior, muchos de ellos dormidos o muy borrosos, pero vivos. Yo sé que estos ojos no son míos. Sé que forman parte de un recuerdo que se me había quedado dormido. Ahora que ha despertado, entiendo que él me quiso como nadie. Por eso he hecho del azul mi color favorito y de estos mis falsos ojos, mi más preciado tesoro. Porque yo también lo quise como nadie. Nunca podré olvidarlo. No quiero olvidarlo.

Aunque nadie lo vea, lo note, ni lo sepa, yo lo llevo dentro de mí, como un recuerdo que vive y no volverá a dormir jamás.

Nadie puede ver mis ojos azules, pero eso no importa. Los llevaré conmigo siempre.