III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Febrero

María de la Paz Lavilla, 16 años

                 Colegio Montealto (Madrid)  

    Febrero es el segundo mes del calendario, distinto en cada etapa de la vida.

    Para los más mayores, es un mes de descanso y recuperación tras la cuesta de enero y una puesta en práctica de los propósitos elegidos para el nuevo año.

    Para los jóvenes estudiantes, es un mes de exámenes, de prueba, de cambio. Pasamos de un curso hasta el momento bastante relajado (todavía no sabes de qué van los apuntes), a un tiempo de agobios, noches de poco sueño y nervios.

A todo estudiante, al oír la palabra febrero, le recorre un escalofrío por el cuerpo, le entran las dudas (“me lo sé”, “no me lo sé”) y los apremios al cielo: “que Dios reparta suerte pero no justicia”.

    Una de las características más importantes de mi casa durante la época de exámenes, es el silencio, salvo a la hora de comer. Soy la quinta de siete hermanos y, precisamente en esta época, durante las comidas se entrecruzan miles de conversaciones acerca de cosas muy dispares. Desde el microbio que realiza no se qué proceso, pasando por la resistencia del hormigón, hasta la segunda Guerra Mundial, todo ello entremezclado con el desarrollo embrionario. Claro, que no podemos olvidar la pequeña aportación de la benjamina de la casa acerca de su familia de muñecos.

    En época de exámenes se une el cansancio, los nervios y el estrés, de tal manera que es la época en la que más broncas familiares tenemos. Eso sí, una vez llegado el final del mes, después de haber recuperado el sueño, te sientes la persona más encantadora del mundo. Por fin se te quita esa horrible cara de folio.

    En conclusión, aunque el mes de febrero pueda parecer eterno, merece la pena darlo todo para que, al terminar los exámenes, podamos celebrar nuestros triunfos.