XV Edición
Curso 2018 - 2019
¡Felices compras!
Rodrigo López Soto, 16 años
Colegio Tabladilla (Sevilla)
17 de septiembre de 2080. La iluminación de las calles ya está prendida: ¡Es Navidad! «¡Felices compras!», se desean unos paseantes a otros.
De Feliz Natividad hemos pasado a Feliz Navidad; de Feliz Navidad a Felices Fiestas. Solo falta un poco de tiempo para que de Felices Fiestas pasemos a Felices compras. Lo comento porque cada año el alumbrado de Navidad se enciende antes, las rebajas comienzan antes, se nos llama al consumismo antes...
Desde noviembre las tiendas del centro de mi ciudad están abarrotadas: los escaparates cuajados de adornos navideños y, en su interior, los dependientes envolviendo paquetes en papel de colores. Hay carteles y lonas gigantes que muestran un porcentaje de descuento, acompañado de un «La Navidad ha llegado». Los cajeros automáticos tienen una larga hilera de personas dispuestas a sacar dinero para gastarlo.
Las fiestas de Navidad son, sin duda, para que las celebremos. ¿Celebrar con comidas? Por supuesto, porque es mediante la reunión familiar y con amigos como compartimos la alegría de esos días. ¿Celebrar con regalos? Claro, pero no por consumismo sino por rememorar la Epifanía, y porque mediante los regalos uno es capaz de entregarse a los demás, de preocuparse de lo que necesita el ser querido al que se le otorga dicho presente. Pero el amor no se mide en el precio del regalo, sino en el cariño que hayamos depositado en él. Lo veo en mis padres, en el afecto con el que escogen cada presente, en cómo se esfuerzan por acertar y, desde luego, lo mucho que aciertan. Gracias a esos detalles vemos la ilusión encarnada en los ojos de un niño al desenvolver el envoltorio, y también en los adultos que se paran ante cada escaparate con alma de niños.
Pero cuado echamos el capote al materialismo y a los excesos, la raíz de las fiestas de Navidad se empieza a secar. Parece mentira que todos piquemos en el anzuelo publicitario y nos dejemos llevar por la corriente consumista. La relación que se ha impuesto entre las Fiestas y los regalos, la ropa elegante, los decorados de las casas y las más variadas cenas, traspasa la frontera de lo lógico. Pero no nos alarmemos más de lo necesario, porque hay salida a esta corrupción de la autenticidad: retomemos el Feliz Navidad o el Feliz Natividad; vivamos esos días en la privacidad del ambiente familiar, con alegría y naturalidad. Solo de esta forma redescubriremos su razón de ser.