XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

¡Felicidades, enana!

Paula Marchante, 14 años

                 Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)  

El despertador sonó; eran las siete de la mañana. Pablo solía tener dificultades para vencer a la pereza, pero aquel día se levantó inmediatamente de la cama: era el cumpleaños de su hermana. Él, que se encontraba estudiando en Londres, había decidido darle una sorpresa. El día antes había cogido un vuelo y había dormido en un hotel por los alrededores de Madrid. Tenía planeado tomar un tren de cercanías con destino a la ciudad y, una vez allí, aparecer con el desayuno en su casa, para sorpresa de toda su familia.

Como ellos solían levantarse a las ocho y media, Pablo decidió llegar sobre esa hora. Tenía muchas ganas de ver la cara de su hermana al descubrirle, después de tantos meses sin verse. Antes de marcharse del hotel, hizo una última cosa: para asegurarse de que su hermana no sospechaba nada acerca de su viaje, le envió un mensaje al teléfono móvil:

«¡Muchísimas felicidades, enana! Aunque hoy no esté a tu lado, quiero que sepas que me acuerdo de ti. Te quiero».

Se guardó el móvil en el bolsillo y se marchó a la estación. Cuando llegó a su destino, buscó presto una pastelería; luego, en una cafetería compró la segunda parte del desayuno. Eran ya casi las ocho y media, pero la casa de sus padres estaba muy cerca.

Pablo se encontraba en la puerta. Todo le traía recuerdos. Llamó al timbre varias veces y esperó. Esperó y esperó. No le abrían. Decidió preguntar a su vecina, quien le abrió al instante. Como era de esperar, la anciana no le reconoció.

—Buenos días, señora Jiménez. Soy Pablo Sánchez…

—Sé muy bien quién eres —sonrió.

—Pues por más que toco al timbre de mi casa, nadie me abre. ¿Sabe dónde están? Quiero darles una sorpresa, que hoy es el cumple de mi hermana.

La mujer tardó en contestar.

—Lo siento, Pablo, pero no tengo ni idea.

Cerró la puerta de inmediato.

Como Pablo no quería telefonear a su hermana para no delatarse, tocó la puerta de un par de vecinos más. Todos le dijeron lo mismo: no sabían nada de su familia. Así que a Pablo no le quedó más remedio que llamar a su hermana. Al coger el teléfono móvil, descubrió que tenía un mensaje suyo enviado hacía media hora.

«Muchas gracias, Pablo. Quiero decirte algo…. aunque no debo… pero como sabes, soy una bocazas... Te daré una pista: puede que esté/estemos más cerca de lo que piensas. Te quiero».

Pablo no se lo podía creer. Ellos habían tenido la misma idea: celebrar junto a él el cumpleaños, pero en Londres.