III Edición
Curso 2006 - 2007
Fobias
David Fuente, 17 años
Colegio Vizcaya
El aliento de varias personas recalentaba su nuca, donde el cabello que la poblaba bailoteaba como intentando escapar de aquel aire tórrido. Las gotas de sudor invadían su frente y le resbalaban por las patillas hasta mojar los cuellos de la camisa. Sentía una necesidad asfixiante de secarse el rostro pero sus brazos estaban bloqueados entre los cuerpos que le rodeaban. Tenía la extraña sensación de que aquella corbata de seda se había convertido, como por arte de magia, en una bufanda de lana que le oprimía el cuello. Sentía como le apretaba ligeramente el cartílago de la garganta, dificultándole la respiración. Olía a una mezcla de café y sudor, a la pestilencia de una boca recién despertada que aún contiene la misma saliva que ha empapado la comida de del día anterior. Su respiración, que trataba de ser calmada para apaciguar el ritmo de su corazón, era entrecortada, pues le repugnaba tragar ese aire reciclado por otros pulmones. Sus extremidades inferiores estaban agarrotadas y el suelo parecía atraerle con fuerza, invitándole a tumbarse. Sin embargo las miradas incomodas, su timidez..., hacían que se mantuviese firme.
Comenzó a sentir una picazón en el gemelo derecho. Trató de aliviarla con la otra pierna al tiempo que procuraba permanecer inmóvil, sin tambalearse al sostenerse sobre un único pie, pero un ademán hizo que golpease la cadera de un hombre que se encontraba a su lado. Aquella persona ni se inmuto; seguía mirando, inmóvil, a la nada, tal vez pensativo. Todas las personas allí reunidas tenían esa misma actitud, ajenos entre ellos, como si la única realidad fuese la que en ese momento cruzaba por sus cabezas. Parecía que solo él era consciente de dónde se encontraban. De ruido de fondo se escuchaban sonidos metálicos: cables de acero, poleas... y, de vez en cuando, algún crujido.
De pronto sintió como todas sus vísceras se elevaban ligeramente. Las puertas metálicas se abrieron ante él. Salió del ascensor.