III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Frente a las sombras

Marta García Outón, 15 años

                   Colegio San Agustín (Madrid)  

    Las calles estaban oscuras y un viento gélido rasgaba mi piel. Miraba de soslayo todo aquello que se movía a mi alrededor, asustado. A esas horas reinaba un siniestro silencio por la antigua Roma.

    Me eché la esclavina de la capa sobre la cabeza y continué mi carrera. Notaba una extraña presencia, aunque no sabría decir si era sólo una. En esos tiempos resultaba peligroso pasear a medianoche. Pero yo no paseaba. Más bien, huía.

    La angustia inundó mi corazón. Sin poder dar un paso más, me apoyé contra la pared de una casa. Una gota de sudor resbaló por mi rostro cuando, al asomarme a la esquina, vi una sombra cruzar la calle.

    Siempre me habían avisado de que algún día me enfrentaría a mis temores. Pero aquello era demasiado: pude encontrar mi destino, había conseguido descubrir cuál era mi misión en este mundo y me sentía orgulloso. Debía hacer algo al respecto; no podía pasar el resto de la vida huyendo de aquella sombra.

    Respiré hondo y salí de mi escondrijo, plantándome de cara contra mis temores.

    Me quedé horrorizado al descubrir un ánima, sin cuerpo y cubierta por un roído manto negro. Una larga capucha cubría su rostro indefinido y sus finas manos eran huesudas y putrefactas.

    -¿Por qué me persigues? –pronuncié venciendo el pánico.

    El ánima no contestó. Permaneció mirándome.

    -¿Por qué me persigues? -insistí.

    Entonces exhaló un aliento fétido al susurrar con voz fría y ronca:

    -Ha llegado tu hora. ¿Por qué huyes?

    Su gélida voz penetró en mí como un filo mortal. Entendí entonces que aquel ánima era, ni más ni menos, la muerte.

    -Yo no te temo -contesté con voz firme-. A lo único que temía era a no saber quién me perseguía.

Soltó una risotada y dijo:

    -Ahora sabes que vas a morir.

    -No –le contradije-. Morirá mi cuerpo, pero mi alma perdurará en los corazones de aquellos que me amaron. Sabed que al final de los tiempos la vida se sobrepondrá a la muerte.

    Entonces profirió un grito ensordecedor. Dando media vuelta, huyó.