XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Generación cristal

Camino Yanguas, 16 años

                 Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)  

Estas últimas semanas lo he escuchado varias veces: «Voy a dejar Bachillerato»; «No puedo más»; «Odio esta asignatura»; «Me cambio a Letras»; «Me cambio a Ciencias»… Y la más impactante: «Voy a echarme a llorar».

En cierto modo, me sorprende la escasa capacidad de resiliencia que tenemos algunos alumnos ante las dificultades. Creo que la vida nos tiene preparadas muchas sorpresas, tanto buenas como malas, pero los disgustos relacionados con el estudio no deben ser motivo de rendición. Pero no es solo un problema de los alumnos: nuestros padres también tienen algo que ver porque, sin darse cuenta, tienden a la sobreprotección y a quitarnos demasiadas piedras del camino. Lejos de servirnos de ayuda, este facilitarnos tanto la vida va creando –aunque lo hagan con la mejor de sus intenciones- una generación incapaz de seguir adelante por sus propios medios. Todo ello repercutirá en nuestro futuro, porque es desde pequeño cuando uno debe ir aprendiendo a superar los obstáculos.

Por eso es necesario educar el carácter de las personas desde la infancia, de tal manera que cada uno sea capaz de desarrollar ciertas habilidades que le pueden resultar muy útiles a lo largo de la vida: la capacidad de recuperación después de un fracaso, trabajar en equipo, demostrar humildad cuando se obtiene un éxito…

Muchas veces yo misma he llegado a pensar que no conseguiría alcanzar ciertas metas. Ahora que las he logrado, me alegra saber que aunque tuve opción de redirme, finalmente no lo hice. Para mí, la vida es una gran oportunidad que todos tenemos para hacer cosas que merecen la pena. Y para seguir siempre adelante, es muy importante perder el miedo a fallar y hacerse a la idea de que caer no es sinónimo de trauma ni de humillación, sino de lección y de crecimiento.