XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Hoja en blanco

María Gámez, 15 años

           Colegio Ayalde (Vizcaya)  

Es extraño, y más cuando lo afirmo desde mi posición de escritora, pero me encantan las hojas en blanco, pues cuando aún no he trazado la primera palabra de un relato el único rastro de la historia está en mi cabeza. Es ese momento todavía vive solo en mi imaginación.

Adivino una sonrisa burlona en algunos de los lectores, que creen que la imaginación es un imposible y por eso la utilizan como excusa para no lanzarse a la aventura de escribir. Pero la imaginación no es como el tiempo, que se tiene o no se tiene, ya que puede alimentarse a través de la lectura, de la observación de todo aquello que nos rodea y que percibimos si nos mantenemos en una tensión receptiva, de tal modo que nada importante nos pase desapercibido. La imaginación se transporta en un avión de papel confeccionado con una hoja en sucio, repleta de imágenes más o menos conectadas entre sí.

Por ejemplo, a mí me ayudan los viajes en autobús: cuando la mirada se me pierde en la ventanilla es fácil que atrape las ideas al vuelo.

Antes de lanzarme a buscar la historia me gusta empezar a imaginarme los rasgos que tendrán mis personajes, puesto que ellos serán mi única compañía a lo largo de la aventura que supone escribir. Para hacerlo, pienso en cualidades que admiro de gente de mi alrededor o conductas que me molestan, para añadir bondades o debilidades. Esto no solo aporta realismo a la historia, sino que también la hace más interesante. ¿Qué sería de Spiderman sin sus problemas amorosos, o de Ana la de Tejas Verdes sin su inocencia?

También es fundamental la buena elección del lugar y de la época. Me gusta hacer viajar a mis lectores a sitios lejanos y exóticos, utilizando como único medio de transporte las descripciones. Cuando trabajo una época determinada lo que persigo es transmitir la forma de sentir, de pensar y el modo de vida de las personas de ese tiempo.

Cada parte de este proceso es esencial, y si cambiamos alguna, alteramos toda la historia. Al acabar de concretar estos datos me resulta más fácil escribir, puesto que cada uno de ellos me aporta muchas ideas. En la vida cada uno nacemos con una historia y esa no es tan fácil modificarla; pero lo que sí podemos hacer es crear otras historias y hacer vivir a nuestros personajes el final feliz que anhelamos para nosotros. A eso se debe mi gusto por la hoja en blanco, que representa todas las posibilidades aún no escritas y que tan solo dependen de la imaginación de cada uno.