XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Homeschool 

Lucia Mañas, 16 años 

Colegio IALE (Valencia) 

Tengo unos familiares que viven en el extranjero. Allí decidieron que su hija se educara en casa, algo que en España no es posible, pero sí en países como los Estados Unidos, donde se estila el llamado homeschool, en el que los padres, por la razones que sean, aceptan el reto de impartir las distintas asignaturas de cada curso a sus hijos. Al llegar las vacaciones de verano, cada Estado se ocupa de evaluar los conocimientos del alumno mediante un examen.

He dedicado un tiempo a pensar qué ocurriría si fuese yo quien participara en ese modo de aprender. Es decir, quien dejara de ir al colegio para que fuesen mis padres, en casa, quienes me transmitieran el contenido de las distintas asignaturas (Física, Biología, Literatura, Matemáticas…). No digo que ellos no fueran capaces de cumplir ese papel, pero supondría un reto muy complicado para mí. Entre otras cosas, me vería obligada a renunciar a las amistades que he hecho a lo largo de los años en el colegio. Y aunque fuera posible que una atención individualizada mejorara mis calificaciones notablemente, ¿sería suficientemente satisfactorio como para prescindir de la facilidad de crear y mantener las relaciones sociales que tengo cada jornada? Los seres humanos somos sociales por naturaleza, incapaces de vivir sin compañía, de tomar decisiones sin consejo, de prescindir de la influencia de los demás. Aprender y estudiar en casa me llevaría a una frustración, pues pasar la mayoría del día encerrada en las mismas cuatro paredes y sin cambiar de ambiente, me parecería desmedido aunque tuviera la compañía de mi familia.

Mis familiares son libres de practicar el homeschooling con su hija y, además, tienen sus motivos, que respeto. En mi caso, sufriría si tuviera que realizar en casa todas las actividades de mi vida diaria. Necesito a mis amigos. Necesito a mis profesores. Necesito mi colegio.