XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Influencers 

Esther Jurado, 16 años

          Colegio Iale (Valencia)  

Tengo una amiga a la que le encanta estar al tanto de lo que hacen ciertas influencers, que son esas personas que, a través de las redes sociales y de los vídeos y fotografías que publican, logran convertirse en consejeras de miles y hasta millones de seguidores interesados en cada uno de sus pasos. Tanto me hablaba de un par de ellas, que logró picarme la curiosidad, así que empecé a seguirlas en Instagram, red social que ya usaba desde hacía un tiempo. En el perfil de cada una de las influencers descubrí que muestran con toda clase de fotografías lo feliz y pletórica que es su vida. Son imágenes de sus viajes a paisajes exóticos, de las grandes ciudades que visitan, de las actividades que realizan, de platos de comida que parece exquisita… un sinfín de cosas que me dan que pensar si lo que pretenden es darnos envidia, pues para el común de los mortales seguir su nivel de vida se me antoja imposible.

No todo el mundo sabe que los influencers reciben cada día docenas de paquetes por correo, regalos con nuevos productos que las marcas quieren que muestren en sus perfiles, sobre todo en sus posts de Instagram. Son cosméticos, ropa, zapatos, viajes, hoteles… todo lo que podríamos desear. Es decir, no son tanto una elección de los influencers como una publicidad encubierta, disfrazada con un estilo de vida que no es del todo verdad.

Con cada producto que recomiendan los influencers crece el deseo de sus seguidores por tenerlo. De este modo, involuntariamente acabamos por valorar mucho más las cosas materiales que otras como el amor de la familia, la amistad o la salud. Por eso, me pregunto por qué nos empeñamos en seguir sus cuentas, de ser cierto que lo único que hacen es persuadirnos para comprar y comprar.

Justo es reconocer que muchos influencers tienen esa chispa atractiva que nos llama la atención y nos sirve como fuente de inspiración. Pero debemos apreciar que ellos no tienen por qué ser más felices por las cosas que les regalan sino por las experiencias que viven. Lo mismo debería ocurrirnos a sus seguidores, que deberíamos valorar si lo que nos recomiendan es totalmente necesario o son solo caprichos, ya que, si adquiriéramos todo lo que nos muestran, nuestros ideales perderían valor.

Se trata de valorar lo que tenemos, de apreciar lo que la vida nos da, porque tarde o temprano nos daremos cuenta de que todos los bienes materiales que vamos recolectando no sirven para nada más que para su uso, mientras las relaciones humanas son las que convierten nuestra existencia en algo memorable.