XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

Instagram y Narciso 

Ana Jordán, 16 años

             Colegio Canigó (Barcelona)  

Hace pocos días me hablaron del mito de Narciso, un joven que, profundamente enamorado de su reflejo en el agua, acaba ahogándose. La actitud de Narciso y su vanidad le llevan a centrarse únicamente en su persona, incapacitándole para relacionarse con los demás. Ya no tiene tiempo ni está dispuesto a nada que no sea observarse a sí mismo.

Eso mismo nos sucede a muchos jóvenes cuando centramos nuestra vida en redes sociales como Instagram: buscamos salir bien en las fotos, que la gente nos alabe y admire para, así, conseguir el máximo número de likes.

Los adolescentes hemos sustuido la fuente en la que se contemplaba Narciso por la pantalla del smartphone, pero el resultado es el mismo: absorberse en la contemplación de la propia imagen, dejando de lado al resto del mundo. Nuestros ojos son incapaces de apartar la mirada del propio yo, de ir más allá. Lo peor de todo es que mucha veces esa imagen que refleja la pantalla no es real, porque está distorsionada por filtros y efectos.

Últimamente se ha extendido entre las chicas la práctica del denominado «sesioneo»: algunas de ellas se maquillan desproporcionadamente, tapando por completo las verdaderas facciones del rostro; otras cargan con todo su armario para aparecer con un atuendo distinto en cada foto. ¿Es necesario todo este montaje para fingir que somos supermodelos? ¿No podemos quedar acaso con nuestras amigas y disfrutar de una tarde de sábado juntas, volcadas las unas en las otras?

No dejo de preguntarme si seremos capaces de levantar de una vez por todas la vista de nuestra imagen, tristemente atrapada en las redes sociales. Solo entonces podríamos recibir la riqueza y la belleza de las personas que nos rodean y hacerles partícipes de nuestra valía.