X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

Kennedy

Mencía Veas, 14 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

Se encogió al oír las detonaciones. Inmediatamente escuchó los gritos de la gente que esperaba el paso de la caravana oficial, las voces de la policía, el llanto de un niño, las sirenas… Había ocurrido tan rápido que pensó que aquel momento no era real.

Acababa de cumplir dieciocho años. Era la edad con la que se sucedían preciosas celebraciones: el final de los estudios, la graduación, el comienzo de la Universidad, su mayoría de edad…

Sus abuelos le regalaron un pasaje para Dallas. Pasaría una semana en la ciudad, tiempo más que suficiente para visitar a su amigo Frank, hacer turismo y poner a prueba su recién estrenada cámara de fotos.

El momento había llegado. Su amigo Frank la esperaba en la estación. Desde allí fueron a su casa para deshacer las maletas y dar un paseo.

-¿Qué ha pasado?... ¿A qué viene tanta seguridad?

-Es por el presidente –le explicó su amigo.

-¿Kennedy?

-Sí. Tiene una visita y un acto electoral.

-¿John Fitzgerald Kennedy?

-El mismo.

-¡Podríamos ir a verle! Nunca me he topado con un presidente –. Alzó los brazos, soñadora-. Mi madre se moriría de emoción si le llamo para decirle que he visto a la primera dama.

Decidieron visitar el Texas School Book Depository, por donde Kennedy iba a pasar al día siguiente, y decidir cuál sería el mejor ángulo para verlo todo y poder fotografiar la comitiva. Un hombre joven salió por la puerta. Estaba nervioso y llevaba un maletín que parecía pesar mucho. Frank le devolvió a la realidad, avisándola de que se hacía tarde.

-Volvamos a casa; ha sido un día largo.

A las doce y cuarto de la mañana pasaron las primeras motos de la policía. Cuando el coche del presidente cruzaba por delante del Texas School Book Depository sonaron los disparos. Apenas tuvieron tiempo de verle antes de que una bala le acertara en la cabeza.

Miró el reloj una y otra vez. Creía que todo había sido una pesadilla. Entonces lo vio. Era el hombre con el que se toparon la tarde anterior cuando salía de trabajar. Esta vez también salía de trabajar… Sí, había cumplido con su espantoso trabajo. Ahora ya sabía el porqué de su nerviosismo.

Frank la abrazó, tratando de protegerla.