X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

La adolescencia de Susana

Francisca Román, 14 años

                 Colegio Altozano (Alicante)  

Algo pasa cuando llega la adolescencia... ¿Acaso es una enfermedad o una suma de falsas creencias, manías, cambios físicos y de humor o, simplemente, un proceso que nos ayuda a madurar?

Susana tenía dieciséis años y vivía en Benidorm con su familia. Aunque era buena estudiante, su personalidad estaba cambiando, sobretodo su humor. El peor defecto que le achacaban era el mal carácter, pues se enfadaba hasta por cosas nimias.

- Pero qué frío hace, qué asco de día, qué asco de casa, qué asco de comida…

Siempre había una queja y se peleaba con todo el mundo. Sus amigas estaban cansadas de ella porque siempre era causa de alguna discusión por tonterías o malentendidos. Ni siquiera acertaban con los regalos del día de su cumpleaños.

-Oye, por qué estáis hablando flojito –les dijo Susana a dos amigas.

-Porque nos gusta mucho el actor logan Lerman y a nadie más le interesa.

-Sí, y yo me lo creo… Estabais hablando mal de mí.

-Pero qué dices. Eres tonta.

Pero aquello no fue lo peor. Susana odiaba a los niños.

-Pero qué pesados son –se quejaba.

Sus padres estaban preocupadísimos. No sabían a quién recurrir para que cambiara de actitud.

-Está enfadada con la vida -afirmó su madre.

Decidieron apuntarla en un campamento como monitora. Allí conoció a Valery, una niña rusa que había sido adoptada por unos padres españoles.

Valery también se portaba mal, no hacía caso de nadie y se peleaba con todos. Veía las cosas siempre en negativo. Entonces, en un momento de reflexión, Susana se dio cuenta de que la actitud de Valery se parecía a la suya y cómo la gente de alrededor lo pasaba mal por culpa de ambas.

Decidió ayudarla.

-Pero, ¿cómo?...

Organizó unos juegos en los que si los miembros del equipo no se ayudaban, no podían ganar. Partida tras partida, Valery se fue dando cuenta de que ella sola no conseguía nada, pero que con los demás podía lograr lo que quisiera. Así fue cambiando.

Ambas se dieron cuenta de que nunca olvidarían aquel campamento. Habían aprendido a vivir en positivo, que a los problemas hay que darles la importancia justa y buscarles una solución y, sobre todo, pedir ayuda porque nos necesitamos unos a otros.

Cuando Susana volvió a casa, ya no era la misma.

-Esto es un milagro, no parece ella –comentaron sus padres.

Y es que la adolescencia no es una enfermedad, es un cambio que nos conduce a ver las cosas con diferentes ojos, a pensar que todo tiene solución.